martes, 13 de noviembre de 2007

La cenicienta



Cuando sonaron las doce campanadas y hubo de salir corriendo a toda prisa, se sintió francamente aliviada de poder alejarse al fin de aquel príncipe aburrido, chapado a la antigua –cosas de príncipes, pensó- y con mal aliento, que no había dejado de pisarla continuamente durante el baile ni de sobarle insistentemente el trasero. Después, cuando, a pleno galope, su espectacular vestuario de estilo gótico no se convirtió en harapos, ni la carroza en calabaza, ni los caballos en ratones, y los cocheros continuaron siendo cocheros, empezó a dudar acerca de la existencia de las hadas y a pensar la de cenizas que tendría que barrer para alcanzar a pagar la factura de “El Corte Inglés”.

8 comentarios:

Anónimo dijo...

Muy bueno, buen final para una historia mas bien siniestra.
Un abrazo.

Anónimo dijo...

Se acerca el tiempo de las chimeneas, puede tener suerte y ganar bastante. Muy original tu variación.

P.D. podría tb haber elegido algún comercio más baratito :P

Anónimo dijo...

Realojada en una habitación del palacio que le expropiaron, también debe cocinar para que no la echen a la calle. Me la veo en una chabola próximamente, a menos que se apunte a algún concurso tipo Gran Hermano.

Un beso!

Anónimo dijo...

Me recuerda las historias que se cuentan del revés. La verdad es que ella tampoco tiene mucha pinta de princesa en el alma...

Tu poema, me encantó. Y su ilustración.

Un saludo

Anónimo dijo...

Igual parezco muy anacrónica pero, me encantaría que ese "príncipe" descubriera mis pies descalzos, aunque yo sólo pueda ofrecerle "cenizas".

"Aguacuentos": Me gusta tu versión, un abrazote

Anónimo dijo...

este me encantó, jajaja

besos.

Anónimo dijo...

sigue así, Rafa, reenvéntanos todos los cuentos.

Anónimo dijo...

¿Una nueva versión de "La Cenicienta"?.....
Desde luego entre la imagen y esta nueva versión das un vuelco a todo sueño infantil, de hadas madrinas, magia y final feliz...
Saludos.