Las farolas me acechan en la noche
Gritándome un nombre al primer descuido;
Resplandor que me encenaga sin ruido,
Declamando su espantoso derroche
De silente abismo y hosco reproche;
Silencio naranja que, como un fluido
Corrosivo en el viento, me ha recluido
En un instante de la medianoche,
Que se me hace eterno. Quiero estar mudo,
Sordo, sin ojos, ajeno al aroma,
Al dulce frescor, al cuerpo desnudo
Del lacerante espejo. Ven y toma,
Sombra, mi mano, y llévame al rudo
Territorio do la luz nunca asoma.
La flor del tabaco
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*(Pues si mata… que mate)*
*A Manolo Rubiales –echando humo.*
*Ayer noche, al quedarme sin tabaco*
*–Estaban los estancos y colmados,*
*Los quioscos...
3 comentarios:
Me ha encantado el soneto, lleno de musicalidad y color...
Un abrazo.
Increíble.
Dime en qué marmita te caíste de pequeño para poder hacer esas cosas, que voy a tirarme en plancha en cuanto la encuentre.
Un beso.
missgps
Gracias, prometeo, aunque yo pensaba que resultaba musical, pero oscuro. Besos.
¡Hola, missgps! ¿Cómo tú por aquí? Bienvenida. Bueno, a la marmita me caí ya siendo tan grandote como Obélix. La marmita se llama El Recreo y en ella he ido echando diferentes ingredientes: los sonetos de octavio, la sensibilidad de seda... y versos, muchos versos, de Pizarnik, de Storni, de Cernuda, de Blas de Otero, de Delmira Agustini, de Ibarbourou... y, también, un ingrediente secreto, cuyo nombre no desvelo por ser altamente tóxico. Pero seguro que sin él, también pueden engendrarse bellos poemas y mucho mejores que los míos. Un fuerte abrazo. Ha sido una alegría verte por aquí.
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