domingo, 4 de noviembre de 2007

El legado


Mi padre era un ser excepcional. Por su profesión, nos veíamos obligados a cambiar frecuentemente de lugar de residencia, y en todos, sin excepción, y por corta que fuese nuestra estancia, acabó por estar enfrentado con todos y cada uno de los vecinos que hubieron de soportarle; mi padre odiaba a muerte. No sé si, en parte como reacción a esa tan manifiesta excepcionalidad paterna, y en parte, quizá también, por haberla recibido como legado, es por lo que he terminado por enamorarme perdidamente de la vecina del noveno, y por no poder dejar de pensar ni por un instante en encontrar el modo de asesinar a su marido sin dejar rastro alguno.


Fotografías: Elisa Lazo de Valdez.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Qué buen relato, Rafa. Me ha encantado.

Anónimo dijo...

Muy bueno minirelato. Me recordaste a Frederick Brown.
Genial Rafa, muy bueno.
Un abarzo.

Anónimo dijo...

No vea cómo tiene que sé la vecinita del noveno. Tela. No seré yo quien te anime a cometer la felonía, pero, eso si, un apretón en el ascensor, detenido a posta entre dos plantas, tiene que ser como para no cambiarse de barrio en la vida.
Puding de frutas con nata y copita de anisete.

Anónimo dijo...

Se lo has dicho al Secretario???? Ya sabes que va preguntando sobre los malos pensamientos armados :-)
Este kaiman es un buen consejero espiritual.. (me lo pido).
Me ha gustado mucho.

Besos.

Anónimo dijo...

Magnífico el relato. Espero que esa vecina del noveno no tenga los ojos azules porque si nó el marido corre verdadero peligro, :), un beso