El poeta –y cuando digo “el poeta” casi siempre, antes que otros, se me vienen a la cabeza nombres como los de Alfonsina, Delmira, Alejandra o Gioconda- no es más que un ser humano normal y corriente, que un día se ve arrastrado a convertirse en buscador de palabras –o descubridor o germen, a veces- para tratar de expresar, de transmitir, lo inexplicable, la parte más recóndita e ignota de su yo confinado, ese extraño territorio que, lleno de espanto, limita con la nada, para tratar de algún modo de contribuir a cambiar el mundo, entendiendo por tal, también, esos infinitos mundos interiores que cada uno de nosotros lleva dentro. En este sentido, en el de esas ansias de expresión que sólo a veces alcanzan a iluminar levemente una exigua porción de sombras, son las poetas las que, en mi opinión, han alcanzado mayores cotas de sensibilidad, capacidad de transmisión y lirismo; aunque es de justicia reconocer que también ha habido numerosos y grades poetas con una enorme pujanza de su esencia femenina.
Aun así, todo esto es en mi opinión particular, y, sin duda, habrá muchas otras tan acertadas o, probablemente, más que ésta.
En la fotografía: Idea Vilariño.
2 comentarios:
Compañeros en cuanto al gusto por estas poetisas suicidas de la tierra suramericana. Qué de mágico tienen. Qué de ternura más allá de las modas.
Te dejo algo de Emily Dickinson:
"Por cada instante estático
Debemos pagar una angustia
En proporción entusiasta y estremecida
Al éxtasis.
Por cada hora querida
Severas miserias de años-
Amargos centavos protestados-
¡Y cofres llenos de lágrimas"
Un beso
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