domingo, 16 de septiembre de 2007

Fe

Desde mi ardua increencia,

Hoy, dios, yo te interrogo

Alzando la mirada a las alturas.

Cómo es posible, dios,

Que en la bondad sin límites

Que te atribuyen tus fieles devotos

La fe me hayas negado.

Es que acaso no merezco vivir

Henchido de esperanza,

Creyendo que tras este oscuro abismo

Que me invade de amargas soledades,

Vendrá un amanecer de luminoso encuentro,

Que tú eres luz y vida.

Hoy, dios, dime porqué

No he de creer que este triste dolor

No es más que un tránsito hacia la alegría,

Que estas alas de plomo que me atan

Son sólo la crisálida

Del vuelo de una hermosa mariposa,

Que allá en el firmamento existen las estrellas.

Hoy, dios, que estoy tan solo,

Me acuerdo de ti y te busco en los cielos

Como la última baza de un tahúr desahuciado

Que a mucho tiempo perdió la partida.

Y no te encuentro, señor, no te encuentro.

Y prefiero pensar

Que no es porque me hayas abandonado

Sino porque jamás

Ha existido tu reino.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Pero dios callaba, desconocedor
de las penas humanas, ajeno al doloroso palpitar y al sentir de la carne y sangre de sus criaturas

Anónimo dijo...

Dios, milena, o nunca estuvo o se echo a descansar el séptimo día y todavía le dura la siesta.

Un beso.