Cuando escuchó sus palabras, lleno de pavor y rabia, trató en vano de verle la cara para poder reconocerlo. "¡No dejes de mirar bajo tu coche, concejal, va tu vida en ello!", le había gritado, en un tono que se le antojó cargado de odio y aspereza, mientras se iba perdiendo entre el tumulto, enfundado en un mono azul. Más tarde, cuando encontró el asfalto manchado de líquido de frenos, lamentó no haber podido saber quien era para mostrarle su agradecimiento.
La flor del tabaco
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*(Pues si mata… que mate)*
*A Manolo Rubiales –echando humo.*
*Ayer noche, al quedarme sin tabaco*
*–Estaban los estancos y colmados,*
*Los quioscos...
3 comentarios:
Muy bueno, Rafa, y muy reconfortante conocer que hay quien vela por nosotros, esa mano amiga; ¡no sólo hay zancadillas afortunadamente!
Un abrazo
Gracias, merce. Lo que ocurre es que, cuando se vive en el contexto del miedo permanente, es difícil hacer una interpretación serena de las cosas -de ahí muchos errores-. En cualquier caso, situaciones como la descrita no se deben dar muchas.
Un abrazo.
Pues yo lo he entendido de otra forma, pienso que el de la moto le lanza una amenaza inconcreta, genérica que salva la vida del otro, porque le hace agacharse...¿no?
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