Volví la vida; vi que estabas
tejiendo, destejiendo siempre.
Blas de Otero.
Con las finas agujas que he templado
bajo el fuego salobre de mis lágrimas
destejo en la noche la triste mortaja
fraguada al trasluz de tu ausencia.
Y oculta tras los visillos
para que no sepa el miedo que soy su esclava
traslado mi mirada al puerto
a la espera del milagro de unas velas
celestes
fondeando al corazón desierto que en cada aurora
vuelve a dar forma con hilos de seda
a mi angustia de esperanza y desaliento.
11 de febrero de 2007.
3 comentarios:
La espera de Penélope es similar a muchas esperas, unas son recompensadas, otras mueren en la deseperación del que no llega, Un abrazo
Veo que mucho te gusta Blas de Otero. Fue uno de mis poetas de cabecera, Maravilloso y denso, con una sabiduria ancestral que desgrana la palabras como pepitas de oro.
Tu, te le acercas.
Un fuerte abarzo.
Gracias, prometeo. Blas de Otero es único.
Sí, leuma, eso es lo malo -y lo bueno- que suele tener la espera, que nunca se sabe lo que nos deparará. Cuando lo sabemos, y sabemos que no hay recompensa posible, es terrible.
Abrazos.
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