Quiso pintarle, como despedida, un cielo azul que llegase a expresar todo lo que había sentido, todo lo que aún sentía, toda la grandeza de su amor y de su generosa renuncia. Pero su sangre, como la de cualquier otro mortal, también era roja.
La flor del tabaco
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*(Pues si mata… que mate)*
*A Manolo Rubiales –echando humo.*
*Ayer noche, al quedarme sin tabaco*
*–Estaban los estancos y colmados,*
*Los quioscos...
7 comentarios:
Vamos, que no era su príncipe azul
Seria su principe rojo, el de las manos ensangrentadas. Corazon a la izquierda y sangre roja...dicen que cuando es horizonte se tiñe de rojo es reflejo de la muerte de inocentes en la lejania...lago de sangre inutilmente derramada.
Muy bueno.
Un abrazo.
Jo, yo lo veo verde :(, beso
No, larrey, era un príncipe rojo que quiso enamorar a una princesa azul y, claro, no pudo ser.
Si, prometeo, mucho de sangre inútilmente derramada hay en este breve relato. Gracias.
Y sí, leuma, un poco verde también que estaba el príncipe.
Abrazos.
Te vuelves a condensar, me encanta. Mientras la sangre no llegara al río, a lo Romeo y Julieta, habrá princesas rojas, azules, incluso con el arcoiris.
Un abrazo
Sandra
Y si además, l eprestó el pincel la pasión... más rojo todavía.
Saludos
derramada la sangre hasta el final...
un abrazo.
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