Con la noche cerrada, los ojos, muy abiertos, clavados en el techo. El tiempo se detiene en la distancia que media entre el vacío y la pupila. Silencio, insomnio, miedo, sed, olvido; y un nombre, un nombre, un nombre, un nombre, un nombre, en su eufonía muerta, perpetuando el espanto.
La flor del tabaco
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*(Pues si mata… que mate)*
*A Manolo Rubiales –echando humo.*
*Ayer noche, al quedarme sin tabaco*
*–Estaban los estancos y colmados,*
*Los quioscos...
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