lunes, 19 de diciembre de 2011

Tribulaciones de una crisálida (XX)


Con la noche cerrada, los ojos, muy abiertos, clavados en el techo. El tiempo se detiene en la distancia que media entre el vacío y la pupila. Silencio, insomnio, miedo, sed, olvido; y un nombre, un nombre, un nombre, un nombre, un nombre, en su eufonía muerta, perpetuando el espanto.

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