viernes, 2 de diciembre de 2011

Tribulaciones de una crisálida (XII)


Atado por el vértigo insondable, que lo hunde en lo más hondo del destiempo, sin tregua ni respuestas se pregunta qué hacer para asumir tan grande pérdida. Sin éxito ha ensayado tantas fórmulas, se ha visto tan henchido de fracasos, que empieza sospechar que sólo huyendo, marchándose bien lejos, diluyéndose, podría liberarse del humor que, hirsuto, deletéreo y salitroso, ha anidado en sus llagas. Pero es su mundo inmundo tan pequeño, tan sumamente rápida y taimada la hiel sin compasión de la nostalgia, que en su pavor sin alas piensa atónito, que ya ni en las antípodas de su alma, pueda quedarle acaso una guarida a salvo del aliento de la bestia, de esa bestia sin voz que le roba el aliento, que en su esquiva mirada muda eclipse sus sueños, que lo hostiga a ladridos desde el alma a las heces. Y anega desatada sus entrañas, la idea tormentosa de otra huida, de que sólo una pérdida más huera, profunda y colosal que lo perdido, lo puede ya salvar de su arduo espanto, del vértigo y las lágrimas, del verdugo brutal de la desesperanza.

1 comentario:

Vivian dijo...

Siento que este escrito es para mí, siento que cada palabra me queda justo a la medida, siento que ya no siento más que desesperanza y que no me quedan fórmulas; siento que no siento.
Me gusta cuando te desencantas literariamente porque veo que no estoy sola en el mundo de las sombras (esto suena muy egoísta, pero el mal compartido toca a menos jaja)
Mis besos para ti Rafita (algunos me quedan)