miércoles, 30 de noviembre de 2011

Alma huera


estás metida en mí –siempre presente-
lo mismo que el silencio en esas viejas
y lóbregas casonas solariegas
legadas en herencia al olvido y las ruinas

tu esencia –eclipse y polvo- es pura ausencia
nevero sepulcral donde una sombra
sin aire ocupa eterna los marchitos
caminos de la luz que transitara
buscando mar y viento viento y árbol
–vestigios de un planeta agonizante-
desde el vientre sin hálito de una estrella postrera

de cuando en cuando aún cruje en mis entrañas
–efecto visceral de la carcoma-
la escuálida columna en que se apoya
precaria en la penumbra a duras penas
la terca arquitectura de mis sueños

es el poema insólito conjuro
vestido de elegía
que exhorta a la estantigua de las horas
exánimes que lúgubres deambulan
sumidas en la herrumbre de lo eterno
a alzarse nuevamente aliento y carne
efímero fulgor trueno y relámpago

pero un tupido y sólido sudario
de niebla funeraria y malas hierbas
enclaustra y amordaza los periplos
del salmo invocatorio y sus razones
y ya desde la luz no se vislumbra
siquiera esa proclama que a la entrada
de aquel vergel de ayer hoy cementerio
anuncia la espantosa maldición
que ahogó carente de eco a la esperanza

“CERRADO

POR DESAHUCIO”

martes, 29 de noviembre de 2011

Presentación de "Entre la cal y el tiempo", de Rosa García Barja


Miércoles, 30 de noviembre, a las 20:30, en el Salón de los Espejos del Cafe Casino (Junto al teatro Lópe de Vega).

lunes, 28 de noviembre de 2011

Brindis terminal


Si a apagar, en mi agonía,
mi sed postrera os conmino,
no me deis agua ni vino,
traedme una copa vacía.
Que pueda, al llevarla fría
y huera al labio dormido,
antes de mudarme olvido,
recordar aquella boca
que, aun vedada a mi ansia loca,
diole a mi vida sentido.

Relatos verosímiles (18) (Carlos Parejo)



La ansiedad se había apoderado de las conversaciones de sus amistades habituales: ¡Pues yo, con la crisis, me he visto obligado a …¡ ¡ Y yo, con los recortes, difícil lo tengo para llegar a fin de mes, y mis dos hijos en paro…¡ ¡Pues mis nenas usarán este invierno la ropa de sus primas, un año mayores¡ Incluso, el dueño de un bar había puesto este letrero en la puerta: ¡No se habla de ella… ya sabéis de quién os digo¡

Más que crisis financiera parecía, por un lado, una peste negra medieval. Se hablaba continuamente de riesgo de contagio de un país a otro y de medidas higiénicas irrenunciables. Éstas, en lugar de afectar a todos los cuerpos, lo hacían exclusivamente al bolsillo de la gente humilde, a sus salarios y pensiones. Por otro, parecía que el corazón de algunos países, e incluso el de la economía europea occidental, se iba a parar de un infarto. Los gobernantes sólo hablaban de medidas drásticas de choque y reanimación de los latidos de dicha economía, y acudían apresurados a reuniones urgentísimas. Muchos días no estaban ni para atender a sus gobernados. Desayunaban y cenaban a bordo de sus aviones presidenciales, torturados por el diálogo farragoso y compresible a duras penas de sus asesores económicos, y tenían tensos almuerzos de trabajo en Bruselas o Berlín.

El bombardeo de noticias escalofriantes en prensa, radio y televisión duraba ya tres años. Y el contagio esperado se había producido. ¡Cuánta gente a su alrededor había dejado de invitar y vigilaba hasta el mínimo euro a gastar como el avaro de Moliere¡ ¡Cuántas personas se levantaban de buen o mal humor según lo hiciera la prima de riesgo en los mercados¡ ¡Cuántos militantes sindicales bajaban resignadamente la cabeza ante el cierre diario de una nueva empresa, como si mediante una orden automática, aprendida esos años por su cerebro, lo estimaran inevitable¡

© Carlos Parejo Delgado

domingo, 27 de noviembre de 2011

Tribulaciones de una crisálida (XI)


Agujas carcomidas de destiempo; por esa áspera herrumbre que destila la ausencia. Añicos de cristales en la esfera sin centro que estalló con estrépito, tras un ambiguo cruce de caminos -periplo equivocado-, que abrió el abismo agónico donde habita el olvido, donde el silencio es pauta y el salitre un espectro -amarga mar sin nombre de hojas secas- adherido a las llagas con encono, con avaricia insomne, como un turbión de hiedra. En el reloj sin pulso, aún late desbocada gota a gota, la fiel melancolía.

viernes, 25 de noviembre de 2011

Seguidilla (XXXIX)


Cuando llega la noche
media la luna
entre el sol y las aguas
de la laguna.

Y entristecida
llora su amarga suerte
de celestina.

&&&&&&&&&~


tiembla el azogue
de la luna en la fuente
baile de espejos

Látex


tuvimos miedo

a llegar a quererme
yo
a nunca ser querido
y así se nos murieron
los sueños
el amor
discordias y reencuentros
la luz crepuscular
hurgando en el rocío
el tálamo deshecho
y el pan
sobre la mesa
que nunca compartimos
las risas y los llantos
de los hijos
la vida
los hijos y la vida
que nunca
concebimos

martes, 22 de noviembre de 2011

Paco



A Carlos Parejo



¿QUÉ habrá sido de aquella chica? Me la encontraba casi todas las tardes cuando salía de paseo con la perra. Se llamaba Julia, y tenía un enorme perro negro, Paco, que era todo nobleza. A veces entablábamos conversación, y llegué a conocer muchos detalles acerca de ella: edad, donde se encontraba aproximadamente su domicilio, que vivía sola, era una apasionada de la ensaladilla rusa, las películas de romanos, Valente, Florencia, Buñuel y Violeta Parra. Muy hermosa. Alta y bien formada, era enérgica, pero dulce a un tiempo en los gestos; y pese a que su rostro, sin ser feo, tampoco podría ser considerado un ejemplo inequívoco de belleza, tenía un no sé qué, un indescifrable atractivo, que lo hacía único. Quizás fuesen aquellos enormes ojos negros que siempre brillaban a la par que su incansable sonrisa, o su inacabable cabellera negra cayéndole en todo momento lángidamente sobre las mejillas y siempre con aquel penetrante y peculiar aroma a dama de noche. Calculo que hará ya en torno a seis meses desde que la vi por última vez. Y he de confesar que la echo en falta. A diario. Y siempre en los mismos lugares, en aquellos en los que coincidíamos más a menudo. Es curioso el gran aprecio que podemos llegar a sentir por personas casi desconocidas sin ser conscientes de ello hasta que desaparecen de nuestras vidas. No sé, aunque nunca dije ni hice nada que pudiese ponerlo de manifiesto, me gustaba. Mucho. Ahora hace seis meses que no la veo. Y me preocupa que haya podido sufrir un accidente, pueda estar enferma o, incluso, haya muerto. No quiero ni pensarlo; sería terrible, un pedazo insustituible de universo habría muerto con ella. ¿Y si la han asesinado? No sé, por ejemplo, alguien que hacía por encontrársela a diario a la hora que sabía salía a pasear con su perro; alguien que había entablado tantas veces conversación con ella, que conocía a la perfección sus fobias, carencias, esperanzas, frustraciones; que vivía sola, le gustaba la ensaladilla rusa, Valente; su domicilio…

lunes, 21 de noviembre de 2011

Tribulaciones de una crisálida (X)


El trigo de la tarde alzó sus alas, desgarrando la piel de la tormenta. Su beso cálido de lluvia azul desparramó su inesperado aliento sobre el páramo, y el légamo reseco desde tanto, volvió a soñarse sangre a contramano, vivo azogue. Fue sólo el tiempo que transcurre entre el ámbar y el rojo de un semáforo, pero un relámpago infinito iluminó el poniente, venciendo con su cántico la agónica vehemencia del ocaso. ¡Lo hubiese dado todo por extinguirse en ese instante, petrificado entre las mieses!, ¡por ser testigo eterno del más fecundo abismo!, ¡de esa asfixia infinita que se abandona y vence, al cumplir su destino! Lo hubiese dado todo, pero en sus venas yermas se evaporó el rocío, como se apaga el horizonte bajo una luna ahogada en la cellisca. Y sin embargo entre sus grietas brilla desde entonces, un fulgor amarillo con matices cerúleos, que duele con dulzura, sobre un mar de salitre.

Relatos verosímiles (17): Biografía paterna (Carlos Parejo)


Recesvinto tuvo una madre temible. Cuando salían a la calle, lo sentaba en lo alto de las mesas de los bares, apoyado en la pared, y le decía: ¡Ni te muevas, ni hables, o te zurro¡ Así hasta que cumplió once años.

Entonces lo puso a trabajar de repartidor de correspondencia en la sucursal bancaria del barrio. Le pasaba revista a la salida y vuelta al cuartel-hogar. Debía estar perfectamente afeitado, peinadito con la raya muy recta, la corbata bien atada y hecha, y los dientes y las uñas limpios y brillantes como el coral de Australia. Además, no le dolían prendas en castigarlo - sin salir el fin de semana-, si no le entregaba hasta el último céntimo de su paga, se equivocaba en alguna dirección o perdía una carta. Al cumplir la mayoría de edad se casó rápidamente y emigró al sur. Cinco hijos. Un millón de kilómetros en coche viajando como comercial de tejidos por toda la piel de toro. Y como si todo lo hubiera soñado, se jubiló.

Su misérrima pensión lo hizo dependiente de su hija mayor. Y, sin comerlo ni beberlo, a los ochenta años vio resucitar los miedos de su infancia. Todas las mañanas debía pasar revista de sus perfectas condiciones de higiene y limpieza, y tomarse los seis medicamentos diarios recetados por el médico de cabecera, antes de que ella se marchara a trabajar. Y, por las tardes, debía comer deprisa y permanecer callado mientras su primogénita veía la telenovela y corregía exámenes de alumnos. A las siete lo sacaba a pasear. Todos los días daban una vuelta rutinaria por las calles peatonales del barrio. Lo hacía sentar en el mismo banco mientras ella charlaba con las amigas. A las diez debía estar cenado y acostado. Tenía tajantemente prohibido salir sólo de casa y, mucho menos, conducir el vehículo aburridamente aparcado en la puerta del bloque.



© Carlos Parejo Delgado

domingo, 20 de noviembre de 2011

Seguidilla (XXXVIII)


Si un día tu desprecio
muda en cariño
prometo apostatar
de mi ateísmo.

Que algo tan raro
sé bien no se obraría
sin un milagro.

Ilustración: Nacimiento de Venus (detalle), de Botticelli.

sábado, 19 de noviembre de 2011

Humor negro para un chiste malo


qué triste aquella pérdida el momento
de aquel adiós pactado aunque el anhelo
dictase ala con ala alzar el vuelo
eternamente unidos en el viento

qué pena desde entonces qué tormento
saber ya inalcanzable tu alto cielo
a mi hambre de gusano en el subsuelo
con heces nada más por alimento

es cierto que lo poco que vivimos
de aquel amor inmenso sin amarnos
dejó aire en los rescoldos que encendimos
y un tiempo hubo en que ansiamos reencontrarnos

pero se ahogaron pronto y nos hicimos
expertos en el arte de evitarnos

y aquello que nos dimos
por siempre helado ya quedó sin brío
y el arte fue en verdad morir de frío

Tertulia Ánima: Convocatoria 23 de noviembre: "Historia y Memoria de la represión franquista"

El próximo miércoles, 23 de noviembre, nos vemos de nuevo, como siempre a las 9 de la noche, en la Taberna Ánima (C/Miguel Cid, 80 -Barrio de San Lorenzo, Sevilla-), con ocasión de nuestra-vuestra tertulia mensual. Ese día contaremos con la inestimbable presencia de Fernando Romero que disertará acerca de la "Historia y memoria de la represión franquista", abriéndose tras su exposición un debate al respecto.

Os esperamos.

Fosa común

A Martina Barroso García, Blanca Brisac Vázquez, Pilar Bueno Ibáñez, Julia Conesa Conesa, Adelina García Casillas, Elena Gil Olaya, Virtudes González García, Ana López Gallego, Joaquina López Laffite, Dionisia Manzanero Salas, Victoria Muñoz García, Luisa Rodríguez de la Fuente y a todas las mujeres que, como ellas, fueron asesinadas y condenadas al olvido por la ignominiosa y criminal dictadura franquista; in memoriam.

“Que mi nombre no se borre de la historia.”

Julia Conesa

Sin nombre ni apellidos
Marchitas de ignominia
Igual que trece rosas
Las ruinas de un jardín
Donde aún miles de flores
Esperan renacer
A un nuevo abril que exhume
La luz de la memoria.

El Éxodo.

viernes, 18 de noviembre de 2011

Casi una vida


“Ave de paso, fugaz viajera desconocida:
fue sólo un sueño, sólo un capricho, sólo un acaso;
duró un instante, de los que llenan toda una vida.”

José Santos Chocano

Contigo un breve instante frente a frente
es tan reconfortante, amiga mía,
que alcanzo hasta a olvidar la lejanía
que, abismo, entre tú y yo, se abrió sin puente.

Un lapso que, aunque siempre insuficiente,
transmuda toda angustia en alegría,
la más turbia penumbra en claro día,
y mi árido desierto húmeda fuente.

Cómo no darle gracias a la vida,
por tanto, por la luz de tu sonrisa,
tus ojos musicales, por la brisa

que a mi hálito es tu verbo; a ti, querida,
cómo por esos lapsos de honda suerte,
no estarte agradecido hasta la muerte.

jueves, 17 de noviembre de 2011

Seguidilla (XXXVII)


Cuando aprieta la ausencia,
como mordaza,
le crece al poema un nudo
en la garganta.

Y, amor-dazado,
se queda en un gemido
ronco y quebrado.

La mazmorra (XXIII)


qué pesado el vacío
qué cansada la ausencia
cuando es la vida un río
sin cauce ni albedrío
hacia un mar sin conciencia

miércoles, 16 de noviembre de 2011

La mazmorra (XXII)


donde hubo antaño
dos fuentes alumbrándose
hoy cuencas hueras
árida en el salitre
ha arraigado la nada

Sed de azogue


entre tu nívea frente
y el carmín de tu boca
dos espejos celestes
claros como la aurora

en ellos sombra ausente
confundido en las sombras
me busco en tanto crecen
sus brasas cegadoras

y a tientas ciego inerme
buscando en mi congoja
sigo aún cuando el poniente
al sol sediento ahoga

martes, 15 de noviembre de 2011

Seguidilla (XXXVI)


Tengo celos de aquel
que a punto estuvo
de sembrar en tu boca
besos impuros.

Yerma simiente
la que quedó en mis labios
pura por siempre.

Seguidilla (XXXV)


Tu nombre dibujé
sobre la arena,
y lo borró la mar
con la marea.

Y en la resaca
se llevó con tu nombre
mis esperanzas.

lunes, 14 de noviembre de 2011

La tempestad


A María Fernández Lago

enciende un fuego náufrago en la arena
soñando con un barco que vislumbre
el ruego mortecino de su lumbre
y venga hasta la orilla cual sirena

alada a rescatarlo de la pena
antes de que el dolor se haga costumbre
mudando aliento en cenicienta herrumbre
por siempre junto al mar que lo enajena

pero la tempestad creciendo apaga
la tenue llama que arde en la bonanza
y aleada a espuma y sal fiera encenaga

los últimos rescoldos sin tardanza
e irrumpe en sus ensueños como daga
talando en su ulular toda esperanza

Ilustración: The Funeral of Shelley, de Louis Edouard Fournier‎

Relatos verosímiles (16) (Carlos Parejo)


Lo conocí a principios de la década de los ochenta. Le llamaban “El nieto de Mao”. Iba por las facultades universitarias lanzando proclamas incendiarias para salir de la crisis del petróleo, como éstas:

“Los grandes banqueros se repartirán por los talleres estatales de reparación de automóviles, y se habituarán a vestir el mono azul de trabajo, y a las continuas manchas de grasas en sus manos. Los promotores inmobiliarios y grandes constructores serán reeducados como peones de obra. Conocerán en sus carnes el vértigo que se siente trabajando en un andamio a 40 metros de altura, y lo que es pasar el día alimentándose con el bocadillo de la mañana y un sobrio almuerzo, sentados en la acera con el resto de la cuadrilla. Los magnates de los hipermercados y supermercados, una vez nacionalizados, trabajarán de vendedores ambulantes en los mercadillos. Y aprenderán a distinguir valor y precio.

Los catedráticos que viven del nombre y del cuento serán enviados a escuelas infantiles, y volverán a ser sencillos y humildes enseñando a leer y escribir a los niños.

Los antiguos jefes de gobierno, ministros y ex diputados perderán sus rentas vitalicias. Pero se les colocará como empleados de las Residencias de Ancianos, para que se ilustren y nunca olviden como pasan sus últimos años el común de los mortales.

Los reyes y su familia, nadie mejor que ellos, trabajarán vendiendo los tickets y sirviendo de guías en las visitas turísticas a los Palacios Reales.”

© Carlos Parejo Delgado

domingo, 13 de noviembre de 2011

Gigantes


como dos aspas
de molino que nunca
se dan alcance

sábado, 12 de noviembre de 2011

A modo de poética


un poema ha de ser
una grandiosa obra arquitectónica
como una catedral una mezquita...

pero con un dios dentro

viernes, 11 de noviembre de 2011

El efecto langosta


agita su avaricia un broker
en la Bolsa de Nueva York
y caen como moscas
centenares de hambrientos
en el Cuerno de África

jueves, 10 de noviembre de 2011

Tribulaciones de una crisálida (IX)


Qué horror la vida; que no haya otra ahora o tras la muerte, en la que ser felices.

Nocturno terminal


en las garras de la aurora
se agita agónico un sueño
ahogado por un olvido
enquistado en su desvelo

no te mueras negra noche
–suplica en su desaliento-
que en tu sombra está la llama
que da luz a mis recuerdos

protégeme en tu regazo
de este sol verdugo fiero
que da muerte a las estrellas
y me ciega con su fuego

¡respira noche respira!
¡no te mueras te lo ruego!

(pero el sol ya va ataviado
con sed de sepulturero)

Brevísimo tratado de geometría política


El centro es sólo un punto, tan sumamente diminuto, que apenas tiene en sí mismo cabida.

miércoles, 9 de noviembre de 2011

Seguidilla (XXXIV)


Trigo maduro al sol,
cielo celeste,
paisaje do el amor
mudóse en muerte.

Y aquellas cándidas
palomas fugitivas,
hoy negras auras.

Soneto irreverente y políticamente incorrecto


que dios no ha despertado aún de la siesta
aquella que se echó al fin de su obra
¿podemos dar por cierto que de sobra
la ruina en que hoy quedó lo manifiesta?

¿o acaso a un dios ajena es toda esta
dantesca pertinaz y honda zozobra
el fruto de la artera maniobra
de los que el pez arriman a su cesta

en tanto es torpe el pueblo el que dormita
turbado por el canto de sirenas
de púlpitos y estrados do las hienas

destilan el narcótico que evita
que al mástil se ate heroico? ¡a tumba abierta!
ya lucha por tu pan ¡pueblo despierta!

martes, 8 de noviembre de 2011

Sonetillo electoral


qué alboroto
están armando
demandando
nuestro voto

cuánta foto
retocada
para nada
¡manda escrotos!

¡que esto acabe!
en la barriga
¡qué fatiga!

algo grave
hastiado noto
¡ay! que poto

Tribulaciones de una crisálida (VIII)


Mis labios y mis ojos se han secado, comido por los cuervos su pan blanco.

lunes, 7 de noviembre de 2011

Tribulaciones de una crisálida (VII)


Soñé que la semilla aquella frágil que se llevó la lluvia aguas abajo, cubierta por un manto de hirsutos sedimentos, aún respira. Y ando desde esa noche como loco, abriendo con las uñas las entrañas a la tierra, talando la maraña que la cubre con los dientes, escupiendo a los cielos con encono por esta eterna noche sin estrellas que anula el firmamento. Y arrastro mis entrañas por los páramos, dejándome la piel entre las piedras, el aliento enredado entre los huesos que exhumo por mis ansias desbocadas turbando la ataraxia de los muertos. Y aullando como un alma de ultratumba invoco ¡ROSA!, sin que un eco piadoso me traiga entre sus alas siquiera su fragancia.

Relatos verosímiles (15) (Carlos Parejo)


Año 2098. Cualquier gran ciudad. La mañana del domingo amanece tranquila. El toque de queda, impuesto años atrás, impide que cualquier joven entre 12 y 29 años esté en la calle entre las doce de la noche y las diez de la mañana durante los fines de semana. Los grupos urbanos asilvestrados dedicados al vandalismo se habían vuelto imposibles de controlar.

Abre la puerta de su doceavo piso y pulsa un botón. A su planta acude el coche eléctrico aparcado en vertical en lo que antes fue escalera de incendios. Se monta y sale a pasear por la ciudad. Al mediodía hay una silenciosa confrontación, por transitar en las calzadas de las calles más animadas, entre viandantes, bicicletas y coches eléctricos. Sólo quedan exentos aquellos ciudadanos que, por problemas de movilidad, usan las protegidas cintas rodantes que cubren las antiguas aceras o se suben a los tranvías aéreos.

Todo el mundo mira, más o menos cada minuto, el GPS que le procura orientación, incorporado al aparato que llevan en su muñeca. El que les sirve también de cajero automático, reloj, ordenador audiovisual y teléfono móvil. Él lo hace también para constatar que su vehículo se está quedando sin batería. Y lo cambia por otro en un punto de recarga o antigua gasolinera, con el que llega a su destino.

Se sienta en la terraza de un céntrico restaurante a contemplar la escena urbana. Un robot le trae la consumición. A su alrededor hay un silencio casi sepulcral. Casi todos los parroquianos escuchan melodías musicales o noticias de actualidad y deportivas a través los cascos colocados en sus oídos, o se distraen observando las pantallas televisivas que ocupan la frontera aérea de la terraza.


© Carlos Parejo Delgado

domingo, 6 de noviembre de 2011

Tribulaciones de una crisálida (VI)


Funámbulo demente y tetrapléjico, busqué el regazo de la aurora, arrastrando mi vértigo sobre un cable oxidado que, aciago, amenazaba con romperse. La oscuridad era absoluta. Sin red que amortiguase la caída, era una soga al cuello el tiempo, lastrada con los yerros del pasado por ese miedo atávico a andar sobre las aguas. Los aviesos bufones del silencio y la ausencia lapidaban mi paso de alevoso desprecio. Pude volver atrás, pero la sed de luz cegó el regreso. No me importó caer (era tanto el dolor de mis huellas sangrando); sabía que si el golpe no acababa conmigo, podría al fin contar con la resuelta misericordia de las fieras. Pero ellas también me dieron la espalda. Y aquí me hallo, tullido, el alma rota, aguardando a que en polvo muden ya mis despojos.

Tribulaciones de una crisálida (V)


Pero prefiero tu silencio a las mentiras que, iluso, imaginé mágico aliento mudando el barro yermo en fértil llama. Pero háblame otra vez, te lo suplico.

sábado, 5 de noviembre de 2011

Tribulaciones de una crisálida (IV)


Noche de perros. Ladran. Husmean entre el légamo buscando los huesos pavoridos de mis sueños. Lamentos fatuos se alzan desde el fondo del mar donde se pudren los deseos. Desarbolado, a la deriva, busco a tientas un cubil donde ocultarme del frío crepitar de la jauría. Pero me roba el paso la galerna, y un rayo pertinaz de luna nueva proyecta su negrura en mis pupilas, guiando la avidez de los sabuesos.

Tribulaciones de una crisálida (III)


Oh, qué hermosa esta aurora de noviembre; parece primavera. Un cántico de pájaros insomnes me anega los pulmones y la sangre, dejándome un sabor cándido a trigo maduro y agua fresca entre los labios.

viernes, 4 de noviembre de 2011

Tribulaciones de una crisálida (II)


Cuando te digo mudo con los ojos, con las pupilas ciegas de no verte, que te quiero, no estoy hablando de tenerte, hacerte mía. Me refiero a una pérdida, a una semilla ahogada, a la trémula ofrenda de unas manos vacías, ante un altar de azogue volado por el viento.

Tribulaciones de una crisálida (I)


Un velo azul sobre tu rostro –azul muy claro, como tu mirada-, oscureció la faz del mundo. Qué extraños pueden ser, en ocasiones, los colores que anuncian la irrupción de la muerte.

Apoliticismo


El apoliticismo de los pueblos es la pútrida simiente de la que brotan, como malas hierbas, la mercantilización de la política y, con ella, la dictadura de los mercados.

jueves, 3 de noviembre de 2011

Fatum


en cualquier momento
de un día cualquiera
cesará la espera
cesará el tormento

un helado viento
barrerá la hoguera
fatua y pasajera
de mi parco aliento

tu nombre a mi oído
silbará altanero
mientras pavorido
yo aullaré ¡te quiero!
sabiendo que olvido
y olvidado muero

Nobleza


con porte aristocrático
desciende la cigüeña
al pútrido festín
que anega el vertedero

miércoles, 2 de noviembre de 2011

¿Será porque diluvia...


¿será porque diluvia que recuerdo
temblando inerme aquel otro aguacero
del día en que tajante como acero
me dijo si te he visto no me acuerdo?

¿por este agrio turbión por lo que pierdo
los nervios y gruñendo lastimero
le ruego a satanás con desespero
que raudo me desangre igual que a un cerdo?

¿será por qué será por qué hasta cuándo
traerá la lluvia hostil como miasma
erguido en su ancha grupa este fantasma

que ahogándome enfermándome golpeando
sin tregua en su enconado gota a gota
tortura sin piedad mi entraña rota?

Seguidilla (XXXIII)


Tus ojos, dos estrellas,
los míos, pozo
donde ya no titilan,
tan hondo el fondo.

Ay quién pudiera
ser riachuelo una noche
por primavera.

martes, 1 de noviembre de 2011

1 de noviembre


Me he bañado en la mar
esta mañana;
el agua estaba fría,
bronca y salada.

Mas de repente
todo ha quedado en calmo
dulzor de muerte.

El océano Atlántico,
frente a Doñana,
se ha mudado en Leteo
ahogando mi alma.

Y he recordado
no los muertos, los vivos
que me han dejado.