A veces los poetas, enredados
en exceso en asuntos
como el ritmo o la métrica,
no caemos en nombrar
las cosas por sus nombres,
haciéndoles el juego a los prosaicos.
Y así denominamos
―como si se tratase
de una categoría
y no del resultado de un proceso
siempre en marcha ideado
a objeto de ensanchar hasta la náusea
la brecha que separa a élite y parias—,
por ejemplo, pobreza
al empobrecimiento y el saqueo.
¡Ojo con la semántica, poetas!;
la primera y tal vez más importante
batalla que se pierde en cualquier guerra
es la de las palabras.
La flor del tabaco
-
*(Pues si mata… que mate)*
*A Manolo Rubiales –echando humo.*
*Ayer noche, al quedarme sin tabaco*
*–Estaban los estancos y colmados,*
*Los quioscos...
1 comentario:
¿Cómo fiarse de aquellos que quieren ser premiados por lo que sale del alma si la semántica del verbo no sabe a semen? Es cierto..., por ejemplo, cuando decimos que cualquier revolución hace justicia y que es necesaria una muerte para cambiar el mundo, sólo somos saqueadores de ideales.
Publicar un comentario