La retirada paulatina del fuego y el humo deja al descubierto la miseria de nuestros "altos cargos públicos". Con toda la preocupación que han manifestado por la vida de las personas, no he escuchado ni una sola declaración sobre las condiciones de los asentamientos de trabajadores/as de la fresa con toda su vulnerabilidad ante una catástrofe como esta.
Como si se tratara de un maléfico aquelarre, tratan de huir antes de que se invoque la palabra maldita. No vaya a ser que en ese conjuro se vean obligados a mirar de frente.
"No nos confundamos que la cosa puede liarse", parecen insinuar en ese llamativo silencio, "una cosa es manifestar preocupación por la población que vota y otra solucionar, desde las administraciones públicas, el problema de los asentamientos. Aunque sean trabajadores/as que aportan riquezas a esta sociedad. No importa, no votan. Así que para eso están las ONGs, para asistirlos. Y para actuar de portavoces. Que más quieren.
Que hayamos sufrido un drama ambiental de dimensiones descomunales no quiere decir que hayamos perdido la cabeza. Todo debe seguir en su sitio. Y mientras tanto, el estado de derecho debe esperar para los innombrables. Para eso funciona a la perfección el estado asistencial.
Perdonen, voy a vomitar.
Pepa Suárez
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