lunes, 12 de junio de 2017

De emprendimiento, filantropía y santidades


Mi padre, que durante un buen número de años mantuvo presidiendo su mesilla de noche una fotografía con marco dorado de Felipe González, me repetía con frecuencia que era absolutamente imposible hacerse millonario trabajando. Así de categórico se mostraba al respecto, no admitía la posibilidad de una sola excepción a su axioma. Pero mi padre murió cuando Amancio Ortega aún no había llegado a adquirir de un modo concluyente la condición de empresario modelo de la que hoy goza en la España del culto al emprendimiento, y "cerrado y sacristía". De lo contrario, puede que otro gallo nos hubiese cantado desde el dormitorio conyugal de mis progenitores. Porque, más allá de algunas irregularidades fiscales sin importancia y las, sin duda injustas por exageradas, denuncias y multas por explotación laboral a las que se han visto sometidas algunas de sus empresas en diversos países empobrecidos y no tan empobrecidos, el gallego, amén de un filántropo sin parangón en estos tiempos que corren, es un ejemplo a seguir en lo que se refiere a hacer fortuna gracias tan sólo al sudor de su frente. No sería de extrañar que dentro de unos años la curia vaticana decidiese su beatificación y posterior canonización. Y con todo merecimiento. Como Escrivá de Balaguer.

1 comentario:

Carlos dijo...

Ana Patricia -su nombre lo dice todo -y Amancio aquí se regodean entre medallas y conferencias por lo listos e inteligantes que son; allende el mundo explotan con míseros salarios a la chavalería. Pero ojos que no ven, corazón que no siente