sábado, 17 de agosto de 2019

Pecio


Un barco abarrotado
de doblones de plata
y latas de cerveza
naufraga en las ignotas
aguas de un litoral
neblinoso y sin faro.
Aquí nunca amanece
y jamás es visible
el brillo de la luna
velando las estrellas.
¿Cómo encontrar, entonces,
el pecio que nos sacie
la sed y nos aporte
la escala y la leyenda
de los mapas? Ron, ron,
la botella de ron
ronronea lo mismo
que un gato con su séptima
vida en la cuerda floja.
En la escuálida rada
custodiada por fieros
escualos ya no quedan
apenas barriletes
bailando bulerías,
ni cocos con la entraña
colmada de agua dulce.
Debe ser primavera
pero las pesadillas
que, en la noche, se quiebran
cuando el aire se anega
de cantos de sirena,
contaminan la arena
turquesa con letales
turbiones de cellisca.
Una violenta ráfaga
de pánico ha cerrado
a cal y canto —mudo—
la puerta. Esto es el fin,
mi único amigo, el fin.

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