jueves, 11 de octubre de 2007

La gruta

Suena en la gruta un canto
De abismales sirenas sedientas de ilusiones.
Un penetrante aroma de flores como llamas
Sube inundando el alba
Y se transforma en garra que gélida balsama.
Los hombres se despeñan,
Con alas como anclas y sogas por el cuello,
Para ascender después, fulgentes y ligeros,
Con sus manos vertiendo,
Mansa y lánguidamente,
Briznas de estalactita bañadas de celeste.
Se inunda mi mirada
De un sublime espectáculo de ficción engañosa
Y se vuelve ceniza el clamor en mi pecho.
Pero el punto de apoyo no existe en el vacío
Y las ansias de vuelo se derrumban a plomo
Cual castillo de naipes sin comodín ni marca.
¡Hagan juego, señores, la casa siempre gana!
Aspiren la cadencia
Que abre el mágico rito del miserable vértigo.
Pero… qué más nos queda que la absurda Odisea
De la vida y la muerte.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Pesan esas alas y tira esa soga, entiendo que la muerte con sus cenizas inunde el pecho, qué triste Rafa, ojalá esa gruta se abra a la luz, Un beso grande