Si nos adentramos en el interior de las dunas móviles, visitamos lo que localmente se llama “corrales”, es decir, las depresiones ocupadas por los pinos entre los trenes de dunas.
FERNÁNDEZ DURÁN, JUAN ANTONIO en su libro Doñana, joya natural del mundo. Ediciones América. Madrid. 1997 es un fotógrafo y naturalista que las describe como “estructuras extrañas constituidas por pinos jóvenes que nacen de un suelo húmedo y frondoso; la seroja marrón alfombra el suelo en espesísimas capas, sobre las que se amontonan piñas secas, viejísimas, de brácteas agrisadas, los corrales tienen el sabor de místicas iglesias, ideales y vacías.”
No obstante, cuando los corrales están inundados de arenas su aspecto es el de un limpio oasis donde las palmeras hubieran sido sustituidas por pinos.
Los corrales tienen como forma característica el de las “cruces”. ALONSO MIURA, REGLA las percibe así: “cuando las arenas barren los corrales y se retiran, aparecen las “cruces”, esqueletos blanqueados de los pinos que perecieron bajo la duna…”. Y para FERNÁNDEZ DURÁN, JUAN ANTONIO (año 1997) “las arenas ensañándose especialmente con los pinares, crujiendo a los árboles con su abrazo de muerte, y tras el sudario de arena quedan troncas desnudas como esqueletos de árbol, como lápidas sembradas en campos marchitos.”
La vida silvestre se refugia en los corrales de pinos, mientras que dunas y arenales constituyen el área de campeo de numerosos animales, cuyo ir y venir queda grabado en sus huellas.
De la vegetación natural aún permanecen ejemplares aislados de enebros, los únicos capaces de cabalgar sobre las dunas y seguir vivos. Para el naturalista CASAS GRANDE, JESÚS. Alcornoques que abrazan, enebros que cabalgan.1994: “el lentísimo árbol (del enebro) proyecta sus ramas al cielo, y desarrolla en tierra una inmensa cabellera de raíces secundarias… sus ramas lineales, perpendiculares al avance del viento, resbalan las arenas y la duna tan sólo circunda las hojas enceradas y los frutos alcohólicos. Cuando la duna quiera irse el coloso se lo impedirá, los contrafuertes ciclópeos de sus raíces retendrán la maraña de tierra y nuevos desarrollos laterales, esta vez descendentes, arroparan la arena hasta estabilizarla”.
Vive aquí su cotidiana existencia una fauna escondida a los ojos del hombre, a la que sólo delatan sus huellas.
FERNÁNDEZ DURÁN, JUAN ANTONIO (año 1974) indica que: “la vida salvaje se hace aquí más claustral: vive silenciosa la lechuza, se oye la voz apagada de la torcaz; se acercan los jabalíes hollando el blando piso en busca de los últimos piñones; y quizás sólo el venado, rozando su cuerpo con las altas matas de escoba, rompa este concierto de quedas paces…”
Así pues, el paisaje de las dunas adquiere rasgos propios de la evocación: lince, ciervo, conejo, víbora, tortuga mora, otorgan a la superficie de arena una expresividad nueva. La presencia de unos componentes que se saben cercanos; su actividad de campeo, caza, ramoneo, queda impresa en las arenas y su lectura completa el entendimiento del paisaje.
(¢) Carlos Parejo Delgado.
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