sábado, 7 de julio de 2018

Prostitución de la Justicia



No es hasta el siglo XV
que la Justicia empieza
a ser representada con la venda
que le cubre los ojos.
Antes de entonces nunca
había sido ciega.
Porque juzgar requiere
conocer la verdad
y un cometido tal precisa, en todo
tiempo y lugar, tener
los ojos bien abiertos.
Hasta que un día un loco
le colocó la venda
y todo se fue al traste
por más que, con el paso de los años,
se comenzase a interpretar esa ceguera
como signo evidente
de la imparcialidad que ha de guiarnos
a la hora de juzgar las faltas de los hombres.
Y se hicieron las sombras para siempre
en juzgados y audiencias,
con la Justicia a veces ciega, a veces
con mira telescópica al antojo
de aquellos que vinieron a manejar sus hilos.
Y al fin han terminado conviviendo,
de ambas imágenes de la Justicia,
en lugar de virtudes, los peores de sus vicios.
Por ejemplo: en España se coloca
la venda para huir de las verdades
que resultan incómodas al poder y sus perros,
y se despoja de ella
para, sin el menor
atisbo de sufrir de daltonismo,
tratar con mazo duro
a rojos, verdes, blancos y violetas,
y con puñeta y toga
de seda a los azules.
¡Más nos valdría que fuera
algo miope y daltónica!

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