(El algoritmo capador)
Vengo observando en estos últimos días con muy honda preocupación y aún más profundo desasosiego, que muchos de mis amigos están que se suben por las paredes o que trinan o viviendo sin vivir en sí, con no sé bien qué asunto sobre un nuevo algoritmo que anda pululando como legión extranjera de aguerridos y sanguinarios ácaros por el ferbu. Al parecer, el muy jodido no les deja ver las chorradas que publico e impide asimismo que yo alcance a ver las sesudas greguerías y los egregios ensayos filosóficos que a su vez publican ellos. Así que me recomiendan que, para volver a ver sus publicaciones -porque, aunque yo creo estar viendo en este mismo instante sus largas peroratas en relación al algoritmo castrador de todos los demonios, en realidad lo único que veo son las alucinaciones que brotan como virulenta viruela de mi imaginación decrépita-... decía, me recomiendan dejarles un comentario diciéndoles "Hola, ké hase."
Y, en todo este descomunal embrollo, me surge una duda metódica que me atenaza y se me antoja transcendental y hasta transneandertal para comenzar a pergeñar una tan eficaz como críptica crítica de la razón pura: ¿Qué póllah eh un algoritmo, eh, eh, qué póllah?
Ps. Esto que crees estar viendo ni lo estás viendo ni na de na. Si te apetece derrotar al algoritmo de marras a fin de disfrutar nuevamentete de los putrefactos frutos de mi disparatado intelecto, no me digas "Hola, ké hase" ni na, que no funciona. Mejor me mandas un privado y en no más de una hora te proporciono el IBAN de una cuenta corriente para que me ingreses 50 eurillos de vellón más la voluntad. Es infalible.
Vengo observando en estos últimos días con muy honda preocupación y aún más profundo desasosiego, que muchos de mis amigos están que se suben por las paredes o que trinan o viviendo sin vivir en sí, con no sé bien qué asunto sobre un nuevo algoritmo que anda pululando como legión extranjera de aguerridos y sanguinarios ácaros por el ferbu. Al parecer, el muy jodido no les deja ver las chorradas que publico e impide asimismo que yo alcance a ver las sesudas greguerías y los egregios ensayos filosóficos que a su vez publican ellos. Así que me recomiendan que, para volver a ver sus publicaciones -porque, aunque yo creo estar viendo en este mismo instante sus largas peroratas en relación al algoritmo castrador de todos los demonios, en realidad lo único que veo son las alucinaciones que brotan como virulenta viruela de mi imaginación decrépita-... decía, me recomiendan dejarles un comentario diciéndoles "Hola, ké hase."
Y, en todo este descomunal embrollo, me surge una duda metódica que me atenaza y se me antoja transcendental y hasta transneandertal para comenzar a pergeñar una tan eficaz como críptica crítica de la razón pura: ¿Qué póllah eh un algoritmo, eh, eh, qué póllah?
Ps. Esto que crees estar viendo ni lo estás viendo ni na de na. Si te apetece derrotar al algoritmo de marras a fin de disfrutar nuevamentete de los putrefactos frutos de mi disparatado intelecto, no me digas "Hola, ké hase" ni na, que no funciona. Mejor me mandas un privado y en no más de una hora te proporciono el IBAN de una cuenta corriente para que me ingreses 50 eurillos de vellón más la voluntad. Es infalible.
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