viernes, 11 de mayo de 2018

El neoliberalismo con la letra entra



Apenas aprendemos
a gatear, y a las puertas
del primer día de escuela,
ya empiezan a contarnos que invertir
es algo imprescindible
no sólo para el bien
común sino también y sobre todo
para el propio. Invertir
en planes de pensiones y en seguros
médicos de carácter
privado, con el fin de asegurarnos
—porque lo público se va al carajo—
una buena atención
sanitaria y contar, una vez jubilados,
con un nivel de ingresos suficientes
para pagar luz, gas, agua y teléfono
y un día por semana,
comer carne o pescado.
También hay que invertir —valga la redundancia—
en fondos de inversión y otros productos
financieros a objeto
de no perder poder adquisitivo
por mor de la inflación,
y así poder seguir formando parte
hasta el último aliento
de nuestra acomodada clase media.
Lo que nunca nos cuentan
es que dejar nuestro dinero en manos
de la banca privada es un deporte
de alto riesgo en el cual,
como sucede siempre en timbas y casinos,
para que algunos, pocos,
casi siempre los mismos,
ganen, deben los muchos
perder hasta el pellejo.
Lo que nunca nos cuentan
es que los grandes capos de las mafias
del totalitarismo financiero
dan el nombre de fondo
de inversión —qué eufemismo—
a algo que desde siempre se ha llamado
timo del tocomocho o la estampita.
Y lo que no nos cuentan
tampoco es que otro mundo
sin hienas financieras ni rebaños
camino al matadero,
otro mundo de todos para todos,
un mundo solidario donde prime
la colaboración en el contexto
de lo público, amén
de necesario y hoy
más urgente que nunca,
                                           es posible.

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