POR PRIMERA VEZ desde que comenzara a utilizar la escritura como el único modo que ya se le antojaba posible para tratar de enfrentarse a la pertinaz incomunicación en la que lo había sumido aquella pérdida, se sintió incapaz de redactar un solo verso con el que expresar sus sentimientos. Y desde esa noche se sumió en un profundo mutismo que ya lo acompañó hasta el final de sus días. Muchos años después, cuando los estudiosos de su obra analizaron en profundidad aquél papel en blanco encontrado por casualidad en una carpeta macilenta en la que, de su puño y letra, figuraba aquella fecha, terminaron por considerarlo como el mejor de sus poemas.
La flor del tabaco
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*(Pues si mata… que mate)*
*A Manolo Rubiales –echando humo.*
*Ayer noche, al quedarme sin tabaco*
*–Estaban los estancos y colmados,*
*Los quioscos...
3 comentarios:
¿Y si te dijera que acabo de escribir un poema que expresa exactamente lo mismo? Es un texto magníco.te mando un abrazo
Bueno, Marisa, pudiera haber, quién sabe, cierta conexión entre personas que de algún modo comparten afinidades, el cerebro humano quizá sea la galaxia más inexplorada del Universo. Aunque también es cierto que a todos nos asaltan las mismas dudas, los mismos miedos y, los que los plasmamos por escrito, es lógico que coincidamos en muchas ocasiones. En cualquier caso, espero poder leerlo y disfrutarlo.
Abrazos.
Ps. Por fortuna lo he superado y no me he sumido en ese mutismo.
La nada. No saber qué decir. Quedarse mutis. Bloquearse. Enmudecer.
Aunque fuera el mejor de sus poemas, ¡¡que no nos pase a nosotros!!
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