BASTARDO de las sombras, huyendo de su aliento, se afana en subsistir entre penumbras; sus ojos no soportan ya el celeste. Los vivos lo desprecian, los muertos, con desdén, le escupen a sus sueños. No sabe a qué atenerse; los espejos, ambiguos, a veces son cauterio, siempre daga. Decapitado, ya no canta, gime renegando del son y las estrellas. No obstante, en ocasiones se traiciona, en busca de sus huellas, talándose los párpados, soñando un salmo nuevo. La luz lo tinza entonces de una niebla, chirriante y descarnada, igual que la osamenta de una pérdida. Queriéndose morir tan sólo alcanza a, agónico, pudrirse entre los cuervos que adoran esa luz falaz y esquiva que, anónimo, ya nunca reconoce. Sobre su alma sin cuerpo, que aterrada respira, que se asfixia amarilla, ha tejido un cadáver un sudario azul cielo.
La flor del tabaco
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*(Pues si mata… que mate)*
*A Manolo Rubiales –echando humo.*
*Ayer noche, al quedarme sin tabaco*
*–Estaban los estancos y colmados,*
*Los quioscos...
1 comentario:
Terrible y bello!
No sé si voy sensible, pero me hicieron llorar tus palabras.
Te abrazo, buena semana.
M.
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