La hermana Hipólita, muy apreciada por la congregación en pleno y muy especialmente por la madre superiora, siempre fue conocida entre las religiosas de aquel convento andaluz, por el sobrenombre de Sor Dadito de Plomo. Y es que la buena de Hipólita dedicaba tres o cuatro noches por semana a acudir a una timba cercana donde, con la ayuda de Dios -y la de un dado trucado con sobrepeso-, obtenía recursos más que suficientes para mantener razonablemente saneadas las finanzas conventuales. Alabado sea Dios. Los caminos del señor son inescrutables.
La flor del tabaco
-
*(Pues si mata… que mate)*
*A Manolo Rubiales –echando humo.*
*Ayer noche, al quedarme sin tabaco*
*–Estaban los estancos y colmados,*
*Los quioscos...
1 comentario:
También haría algo más. Rezar y hablar con Dios, obras de caridad, preocuparse del bien común.... Habría que escucharla. Nadie se retira del Mundo ahora para medrar y robar con impunidad.
Publicar un comentario