viernes, 5 de octubre de 2018

Gueto


algunos —cada lapso
nuevo son más— codician
ir de la piel al tuétano

pero no tienen tuétano
y su piel y su carne
y sus sueños y su alma
perecedera —que es
el tuétano y el viaje
hacia lo hondo y la nada—
vuelan hechas jirones
asidas por las fauces
del viento que en la noche
vocifera quebrando
la cervical del cántico

no tienen corazón
—les fue robado

en su lugar la lepra
desbocada palpita
rebuscando en la sangre
que mana por la herida
las migajas rusientes
de una última esperanza

pero en el gueto el frío
repele todo atisbo
de maná susceptible
de instalarse en el hueco
del hueso inexistente

algunos —cada nuevo
colapso más y más
escuálidos— no tienen
más opción que morderse
el labio y confiar
su suerte a las miasmas 
que nutren el azogue

hay otros
—sin embargo—
que en lugar de rendirse
al estrépito cantan
para ahuyentar el hálito
nocivo de los dioses

así siembran al fondo
del hueco la semilla
de la salida franca
y la ruta que llevan
a la región del fuego
donde yacen los restos
de un postrer Prometeo

Ilustración: Prometeo lleva el fuego a la humanidad, de Heinrich Friedrich Füger.

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