El que cerró los párpados, con la esperanza estéril de olvidar la distancia. El que soñó una luz y, al desvelarse, estaba revestido de un sudario tejido con las babas tenebrosas de un sol inalcanzable y eclipsado. Un náufrago, un espectro, el hijo predilecto del desdén y el exilio, espécimen postrero de una casta olvidada, tras ser excomulgado por los dioses.
Fotografía: Günter Rossler
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