Desde los catorce a los veinte años trabajaba, como ayudante de su padre, desatascando y limpiando malolientes y nauseabundas alcantarillas. Fuera o no por repugnancia a este ambiente, al cumplir la mayoría de edad se hizo cocinero de pizzería. Y la humedad fría y sucia de la adolescencia fue sustituida por un calor agobiante, pero sabroso. Pero ni la albañilería ni la cocina le llenaban la vida. Su verdadera pasión era la música.
El Bel Canto siempre le acompañaba, tanto en el trabajo como en el hogar. Y eso que no tenía aparatos radiofónicos ni tocadiscos.
Cuando libraba, una vez a la semana, se levantaba al clarear el día. Bajaba las escaleras y abría el balcón del patio. Después preparaba la hamaca, donde se tumbaba, siempre con los ojos cerrados.
Acto seguido ordenaba a los músicos de su orquesta. Seis en cada pared del patio, en grupos de tres, uno debajo del otro. Debían verse y oírse bien, sin tocarse, para que el concierto fluyera armónicamente. Aun así, le resultaba misterioso que, tras haber probado a medio millar de intérpretes en veinte años, solo dos hubieran sido hembras, y ningún varón fuera capaz de cantar estando en celo. Pero Paco, ante todo, amaba a sus aves canoras. Generaciones y generaciones de canarios, de todas las razas y colores, hicieron su debut en el pequeño y humilde palacio de la música de su patio trasero.
El Bel Canto siempre le acompañaba, tanto en el trabajo como en el hogar. Y eso que no tenía aparatos radiofónicos ni tocadiscos.
Cuando libraba, una vez a la semana, se levantaba al clarear el día. Bajaba las escaleras y abría el balcón del patio. Después preparaba la hamaca, donde se tumbaba, siempre con los ojos cerrados.
Acto seguido ordenaba a los músicos de su orquesta. Seis en cada pared del patio, en grupos de tres, uno debajo del otro. Debían verse y oírse bien, sin tocarse, para que el concierto fluyera armónicamente. Aun así, le resultaba misterioso que, tras haber probado a medio millar de intérpretes en veinte años, solo dos hubieran sido hembras, y ningún varón fuera capaz de cantar estando en celo. Pero Paco, ante todo, amaba a sus aves canoras. Generaciones y generaciones de canarios, de todas las razas y colores, hicieron su debut en el pequeño y humilde palacio de la música de su patio trasero.
© Carlos Parejo Delgado
2 comentarios:
Aunque la vida sea multifacética siempre tiene un lado que nos desvela y nos atrae, ese es el que debemos buscar. Igual, pienso que las pizzas de Paco debieron ser muy ricas porque la sensibilidad de la música y el amor por los pájaros venían entre los palmitos.
Besos Rafa
Los machos no cantan si están en celo?, y yo que pensaba que cantaban para llamar la atención de las hembras y conquistarlas!!!, que cosas, puede que igual que a los machos humanos les ocurra eso de no poder hacer dos cositas a la vez, juas!!!, agggg, deditos quietos!!!, jajaja, lo siento, los ato a ver si los controlo, jajaja, y el video que me has dejado más antiguo que el canto de los canarios, va a ser la edad, ¡¡¡joplines!!!, deditos ya os vale, uis, uis, mejor me voy que hoy andan traviesos debe ser por la SOPA esa, que en vez de ponerse en huelga han decidido estar revolucionarios, no, si ellos por llevar la contraria que no quede!!!, miles de besossssssssssssss
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