miércoles, 7 de noviembre de 2007

Hambre

Australia, tierra de oportunidades, de canguros y de surf, es también tierra de Ciencia. Allí, un grupo de científicos, coordinados por Herbert Herzog, director de investigación neurológica del Instituto Garvan en Sydney, ha descubierto como activar y desactivar el hambre. Aunque parece sencillo, seguro que no lo es tanto. Se trata de una molécula, conocida en ámbitos científicos con el nombre de MIC-1, que producida por los cánceres comunes actúa sobre los receptores del cerebro que activan y desactivan el apetito, inhibiéndolo. Y, mediante el uso de anticuerpos de la citada molécula, estos investigadores han constatado que el hambre también puede ser reactivada. Esto, en “nuestro” Primer Mundo, abre las puertas a la esperanza de una posible cura para enfermos de obesidad y anorexia, e incluso para frenar en lo posible los efectos de cánceres avanzados que en poco tiempo consumen a los que los sufren por falta de apetito. Bienvenido sea, pues, el descubrimiento.


Pero, puesto a fabular, pienso que podría no quedar ahí la cosa. Se me ocurre –que me corrijan los científicos si me equivoco- que, en el Tercer Mundo, ya que más que dedicarnos a sentar de una vez por todas las bases para su desarrollo, continuamos esquilmándolo como hace siglos, se podría inocular la dichosa molécula a tanto y tanto famélico, a tanto y tanto niño comido de moscas, para inhibirles el apetito. Muchos de ellos seguirían, como ahora, muriendo de inanición, pero, al menos, “no pasarían hambre”. Igual puede que salga más caro que acabar con su hambruna crónica nutriéndolos, pero, bueno, si con ello se consigue engrosar considerablemente los impresionantes beneficios de las humanitarias compañías farmacéuticas, pues lo comido por lo servido –nunca, quizá, mejor utilizada esta expresión.

Y hasta puede que, sintiendo su estómago vacío satisfecho, muchos de esos delincuentes habituales que se aventuran a cruzar el estrecho para venir a nuestra tierra a robarnos el trabajo, el reproductor de Mp-3 del coche y hasta a “nuestras” mujeres, e incluso a tratar de imponernos su bárbara cultura, decidan permanecer allende los mares y dejar de ocasionarnos tanta puñetera molestia. Creo que la Comisión Europea y hasta nuestra Secretaría de Estado de Inmigración y Emigración, deberían tomar buena nota de éstas investigaciones desarrolladas por el Instituto Garvan, por si en un futuro no muy lejano pudieran representar la solución definitiva a tanta indeseable invasión como asola nuestros lugares patrios. Y es que lo que no se consiga con la tecnología y la ciencia…

5 comentarios:

Anónimo dijo...

A ver para cuando inventan la molécula de desactivar el hambre de poder, el hambre de posesión.La molécula de la solidaridad y la de la empatía.
Pero me temo que ya se encargaría alguien de guardarla en un cajón.
Suerte que la molécula de la esperanza y de la fe en el ser humano no nos la han desactivado aún. Aunque a menudo me pregunto ¿Para qué valen?

Un beso.

Anónimo dijo...

Muy bueno, realismo y humor negro, negrisimo...
Un a barzo.

Anónimo dijo...

No sé si tu post se basa en el artículo que viene en el Investigación y Ciencia porque aún no he podido leerlo. Son las contradicciones en que vivimos, donde la expresión "me muero de hambre", es literal en muchos países y en otros es pura metáfora que justifica la obesidad. Es duro, es real. Un abrazo

Anónimo dijo...

Siguiendo con este humor negro, te diré que conocí a una persona que pensaba que la mejor forma de terminar con el hambre de los pobres era a base de fuertes terremotos e inundaciones que arrasara parte de esta sobrepoblación. Así cabrían a más en el reparto.
Una barbaridad tan grande como acabar con el hambre a través de moléculas desactivadoras porque sería otra forma de exterminio.

Un beso.

Pd. Hoy te he visto un par de segundo por televisión, en segundo plano, pero tu grandeza sobresalía.

Anónimo dijo...

Yo no entiendo mucho de moléculas. Yo sólo sé que las moscas europeas se comen la mierda de los perros, en otros paises las moscas se empachan de labios humanos. Que aquí inaguran campos de golf para que los jubilados alemanes metan la pelotita en el boquete, en otros lugares el único cesped que conocen es el moho de los muertos... ¿moléculas quita hambre...? Si, para que nuestros orondos jovencitos no se atiborren de las pizzas que luego vomitan, para que nuestras niñitas supermodelos "tope ways" no sufran con la dieta, para que las imitadoras de cierta filipina de vagina trepa puedan seguir flotando entre bombones, para que alguna compañía farmaceutica se forre con el elixir de la eterna delgadez. El resto que siga compitiendo con las moscas. Puto mundo.