viernes, 30 de noviembre de 2007

Bestiario (XIII)


(Parténope)

La canción que tú me cantas
Tiene ese son del extraño silencio
Que suele preceder a las catástrofes.

Síguela cantando un tiempo
Por si puedo prepararme
Para el fin de los arpegios.

Aún me merece la pena


A veces pienso que si ella muriese
Un día, una gran calma a mi pecho
Sobrevendría. Y que sobre el lecho
De la melancolía, ser pudiese,

Que el dolor que me abruma remitiese,
Al dejar de esperar siempre maltrecho
Por la desesperanza y el despecho
De su eterna ausencia. Sin que estuviese,

Comienzo a concebir después el mundo,
Y mi entraña devora la tristeza
Más grande nunca sentida, rotundo

Sinsabor que, a pesar de la extrañeza,
Me hace correr para verla, errabundo,
Sólo, que aún vive, a saber con certeza.

Fotografía: Philibert

jueves, 29 de noviembre de 2007

Siglo XXI


“El tiempo es un río que me arrebata, pero yo soy el río;”


Jorge Luis Borges.



Acabo de nacer y tengo miedo;

La matrona que me asistió en el parto

-La primera de las hijas de Cronos-

Me dijo que, en circunstancias normales,

Se alargaría mi vida cien años,

Y alumbraría en la luz de mi muerte

A un sucesor de mis vastos dominios.

Pero, no obstante –dijo-, mi pequeño,

Las circunstancias ya no son normales

Y es probable que mueras mucho antes

A causa de una extraña enfermedad

O de un grave accidente.


Ladridos


Me despierta un clamor

Y me asomo al espejo.

¿Por qué sangra el albor?

¿A qué ladran los perros?

Debe ser que el amor,

Condenado al destierro,

Se marchita en la flor

Que contuvo un te quiero.


¿Dónde huyó la color?

¿Dónde yacen los besos?

¿Dónde el mudo temblor

De los brazos abiertos?

Debe ser que el dolor

De las horas sin tiempo

Sin piedad los borró

Dibujando un lamento.


Me desangra un clamor

Y me asombro en los perros,

¡Qué ladrido mi voz!

¿Qué será este tormento?

Debe ser que el fragor

Que atenaza a los muertos

Da mordiscos al sol

Que agoniza desierto.


¿Qué son estos ladridos?

¿Qué mi vuelo dormido?

¿Qué estas alas de cuervo?

Debe ser que me abismo,

Sin haberme encendido,

Al glaciar de lo eterno.


Fotografía: Pavel Krukov

Cera al sol


A Uma, por la inspiración.


¡Quién hubiera blancas alas

Para poder otorgar

Un pedacito de cielo!

!Quién pudiera en otras alas

Su vuelo recuperar

Con la caricia del viento!


Fotografía: Shinichi Maruyama.

De vez en cuando


"...la fragilidad reluce
en las puntas de esta estrella
del tamaño de un suspiro."


Sandra Garrido


Necesito, de vez en cuando,
Que tu tiempo llene mi tiempo.
Disfrutar en mis largas horas
De sombras, de algunos instantes
Que, como efímera luciérnaga,
Rocen con su luz mis pupilas,
Mostrándome que puede haber
Auroras pugnando en la noche.

Quizá estén cerca tus minutos,
Y de ellos sólo me separen
Unos centímetros, un paso,
¡Pero están tan llenos de siglos!
¡De tanto afecto a contratiempo!
¡De tantas huellas malheridas!
¡De tanta lágrima en silencio!
Que mi ala se quiebra, impotente,
Cuando intento abrirla en los cielos.

Quisiera morder las arenas,
Rasgarlas con uñas y dientes,
Y arrebatar unos segundos
Al péndulo que, adormecido,
Me impide encaminar mi sed
Al manantial de un breve encuentro,
Pero está mi boca cerrada
Y mis uñas bajo el cemento
Implacable de lo pretérito.

Necesito, de vez en cuando,
Que tu tiempo llene mi tiempo,
Mas por más que busco el momento
Para, desnudo, ir a buscarlo
No puedo, no, nunca encontrarlo.

Necesito, sí, necesito
Desesperadamente,
Si no siempre, de vez en cuando,
Ser parte de tu tiempo;
Pero mi tiempo…
Mi tiempo ya
No existe.



Fotografía: Nilgun Kara.

miércoles, 28 de noviembre de 2007

Singladura automática


Hay veces en que me pongo a escribir

Sin nada preconcebido, retazos

De locos pensamientos que, a pedazos,

Dejo en el papel. Es como el vivir,


Donde nunca es posible predecir

El instante siguiente, los mazazos

O caricias por llegar, los bandazos

De cuneta a cuneta. Decidir


Es algo que no se encuentra al alcance

Del deseo, e igual que, en el camino,

Desconocemos el siguiente trance


Que nos acecha, mis versos, sin sino,

Fluyen por sí solos, aunque un romance

O un soneto den fin al desatino.


Haiku



Flores de almendro:
En la nieve espejismo
De mariposas.

Poema “agéusico”


Tan moribundo está el mundo
Que, aunque no voy a buscarla,
Ya no le temo a la muerte.
Lo que me asusta es morir
Sin haber bebido nunca,
Como en veneros, del fértil
Vivo licor de tu boca.


Fotografía: Adrian Portmann

El poeta

El poeta –y cuando digo “el poeta” casi siempre, antes que otros, se me vienen a la cabeza nombres como los de Alfonsina, Delmira, Alejandra o Gioconda- no es más que un ser humano normal y corriente, que un día se ve arrastrado a convertirse en buscador de palabras –o descubridor o germen, a veces- para tratar de expresar, de transmitir, lo inexplicable, la parte más recóndita e ignota de su yo confinado, ese extraño territorio que, lleno de espanto, limita con la nada, para tratar de algún modo de contribuir a cambiar el mundo, entendiendo por tal, también, esos infinitos mundos interiores que cada uno de nosotros lleva dentro. En este sentido, en el de esas ansias de expresión que sólo a veces alcanzan a iluminar levemente una exigua porción de sombras, son las poetas las que, en mi opinión, han alcanzado mayores cotas de sensibilidad, capacidad de transmisión y lirismo; aunque es de justicia reconocer que también ha habido numerosos y grades poetas con una enorme pujanza de su esencia femenina.

Aun así, todo esto es en mi opinión particular, y, sin duda, habrá muchas otras tan acertadas o, probablemente, más que ésta.

En la fotografía: Idea Vilariño.

martes, 27 de noviembre de 2007

Bestiario (XII)


(Mantis)


Tengo los sentidos en carne viva,

Todos sedientos, y el sexo dormido;

Sangre en los ojos del pájaro herido

De inviernos, y en la lengua la nociva


Putrefacción de los muertos. Arriba

Con el viento un aroma corrompido

Penetrando hasta el pecho, y en mi oído

Se clava como garras la lasciva


Melodía del silencio. Mi piel,

¡Oh dios, mi piel!, ya no es más que un desierto,

Azotado por tormentas de hiel


Y arena amarga, que se seca, abierto

En canal, sin el oasis de miel

De una caricia o un beso despierto.


Fotografía: Paul Bakker

La naranja mecánica


Ya no sé lo que es más triste:
Si acudir cada mañana,
Con tu recuerdo de frente,
A mirarte de soslayo,
O pensar que lo mejor
Que puedo esperar del tiempo
Es que se muestre piadoso
Mis pupilas devorando.

Adiós



Ya nunca quiero volver
A mostrarte mi tristeza;
Ni asfixiarte en la crudeza
De tener que renacer
Cada nuevo amanecer
Ignorando mi presencia.
¡Pero es tan triste tu ausencia!
¡Tan amarga e infinita!
Que habré de emboscar mi cuita
Volviéndome evanescencia.


Fotografía: Adrian Portmann

lunes, 26 de noviembre de 2007

Fracaso poético



Tú ya por siempre serás
mi poema inacabado.


Fotografía: Tkachenko Roman.

Entre la muchedumbre



Cómo buscarte entre la muchedumbre,

Cuando ya he comprendido los arcanos,

Y descifro, sin llama que me alumbre,

Lo que se callan tu boca y tus manos.


Cómo hacerlo con esta pesadumbre

Que, urdida por los muros cotidianos,

No impide con su niebla que vislumbre

Que ya me has instalado en los lejanos


Y espesos territorios del gentío;

Que, de esa comitiva sin semblante,

Donde, loco, buscarte tanto ansío,


Para ti formo parte; que un instante

No merezco en tu vida. ¡Cuánto frío

Sin tu tiempo!, de ahora en adelante.



Fotografía: Sin rostro, de Elena Grünstein.

Gemido, al dolor de la vigilia


Las farolas me acechan en la noche
Gritándome un nombre al primer descuido;
Resplandor que me encenaga sin ruido,
Declamando su espantoso derroche

De silente abismo y hosco reproche;
Silencio naranja que, como un fluido
Corrosivo en el viento, me ha recluido
En un instante de la medianoche,

Que se me hace eterno. Quiero estar mudo,
Sordo, sin ojos, ajeno al aroma,
Al dulce frescor, al cuerpo desnudo

Del lacerante espejo. Ven y toma,
Sombra, mi mano, y llévame al rudo
Territorio do la luz nunca asoma.

"Parausentismo"


“Cabalgan sobre un labrador muerto. Tiene los ojos muy abiertos y algo se refleja en ellos: no es el cielo.”

Rainer Maria Rilke.


Tú,

Mi huésped,

Tan dentro de mí, devorándome,

Helando, aniquilando la simbiosis.

Tú que no me abandonas ni un instante;

Tú que estás, sí, que estás y estás y estás,

Parasitando la fe de mi sangre,

Cuando nunca jamás acudiste a la cita

Que nos reservaba el destino.


Tú, mírame a los ojos.


Fotografía: Stefan Gesell

domingo, 25 de noviembre de 2007

Pacto de sangre


Firmaste un pacto de sangre

Con una feroz vampira;

Libando tu alma en la noche

En su gloria te sumía.


Nunca se saciaba su hambre

Y en tus delirios bebía,

Cuando sonaban las doce,

Dándote aliento, tu vida.


Desangrándote en lamentos

Cruza un dolor macilento

Por tus venas aturdidas,


Pues se agostó la raigambre

Que a tu garganta de bronce

Su dulce muerte atraía.


(Ya, sin tiempo

De celestes transfusiones,

Se nublan tus ilusiones.)


Agosto de 2007


Fotografía: Anna Grecka

Poema anósmico



Me penetró tu aroma

Y se me hizo... más que imprescindible.

Me penetró; no es ninguna metáfora

Ni un modo poético de expresar

La fuerza implacable de un sentimiento;

O eso... sí, pero, también, algo más,

Un algo de naturaleza física

Que, flotando en el aire con tu aliento,

Se metió en lo más hondo de mi sangre

Haciéndose para siempre esencial

En la conservación del equilibrio.

Y ahora que tu aroma se ha extinguido,

O, lo que es lo mismo, me falta el aire,

Vago inestable en un mundo vacío,

Carente

---------------- de fragancias.

Fotografía: Trevor Brady.

sábado, 24 de noviembre de 2007

Funeral por la música


En la fosa de lo nunca aprendido

-De lo falaz, no obstante-,

Y expulsada a patadas del Olimpo

La última de sus diosas…

¿A quién elevo ahora mis plegarias?

¿Dónde sembrar tanta y tanta blasfemia?

¿En qué rezos apoyo mi esqueleto?

¿Cómo rogar otra vez vida eterna?


¿A quién, a quién le canto?



Fotografía: Adam Parker.

Mi nombre es Jack


Esto no es un poema;

He abierto en canal su vientre a la lírica

Tal que aquel famoso destripador

Que tuvo acojonado a todo Londres

A finales del siglo XIX.

Quiero arrancar a cada puta estrofa

Todas y cada una de sus vísceras,

Y desparramarlas por mi Orinoco

En mitad de la niebla y la congoja;

Quiero atragantarme de sus coágulos

Para el regocijo de los mezquinos,

Del alma putrefacta de los cuervos que rondan

El lupanar de los falsos anhelos

Que es esta perra vida.

Quiero oírlas penar, crujir, dolerse,

Gemir, suplicando misericordia,

Mientras les desgarro de arriba a abajo

Sus patéticos versos.

Esto no tiene ya nada que ver

Con el angustiado romanticismo

De las rimas de Bécquer

O aquel largo lamento de Salinas.

Esto es seppuku, cuchilla, cicuta,

Homeless, rüina, intemperie, patíbulo,

Patada en el culo al pie del abismo,

Orden, más que inminente,

De desahucio.

No quiero, nunca quise

Ser poeta,

Si acaso fracaso de ángel custodio,

Que ansiando la Quimera de un Dorado

Con la demencia de Lope de Aguirre,

Mas sin su negra cólera,

Ha mudado sus alas por muñones.

Esto no es un poema

Y yo tan sólo soy

La sombra oscura de un pobre dïablo,

Víctima y verdugo

De sus pasiones.


viernes, 23 de noviembre de 2007

Poema ciego


Desde el espejo me miran,
dando gritos como sombras,
cristales rotos.



Fotografía: Drew Flaherty.

Poema sordo


Tras el grito como abismo

Ni el vestigio de un acorde

Dando fe contra el olvido.



Fotografía: Killer Song, por Murat Suyur.

Poema mudo



Silencio!
Gime un susurro muriendo;
Mutismo!
Agoniza el verbo herido;
Secretos!
Sangra murmullos el viento;
Sigilo!
Sucumbió el postrer latido...

SILENCIO SILENCIO SILENCIO
---- SILENCIO!...


Silencio...
Sobre silencio.
Sordo un disparo en la noche
Tiñe de rojo un lamento.

(Arcanos en blanco y negro
Se emboscan en los abismos
De las fauces del espejo).

Silencio

Silencio

Silencio.

Dudas

No sé si vas
o estás viniendo...


Habitante en la nada,
no distingo el trayecto.


No sé si vas
o estás viniendo.

jueves, 22 de noviembre de 2007

La última carta




La vida te da sorpresas…
Rubén Blades

Nunca hacía el amor. Se planteaba el sexo como una cruenta batalla en la que no se podía permitir no salir victorioso, una estrategia por la cual hacer evidente su poder de dominación. La noche anterior, no le cabía la menor duda, había triunfado, aunque pensaba que lo mejor estaba aún por llegar, justo en ese momento en el que, premeditadamente tarde, entraría en el salón de juntas haciendo ostentación del preciado botín alcanzado, otra herramienta más con la que poder continuar hiriendo, con la que poder seguir haciendo su guerra con ventaja.

Nada más entrar, cuando el Presidente del Consejo de Administración clavó su mirada en aquella corbata exclusiva que su esposa le había regalado por su nombramiento, se sintió triunfante. No obstante, con la reunión ya bastante avanzada, no pudo evitar ciertas dudas. ¿Por qué un hombre al que había robado la corbata del armario de su habitación de matrimonio no había perdido ni por un solo momento la sonrisa y el buen humor? Debe ser que es más duro de lo que yo creía y no ha encajado tan mal el golpe –pensó, dando por zanjada su breve inquietud.

Pero, en el mismo instante en el que todos se incorporaron al darse por levantada la sesión, toda su convicción se vino abajo, quedando completamente abatido. Con total seguridad, los pantalones que el Presidente llevaba puestos no podían ser otros que los suyos, aquellos que había recibido como regalo por su último aniversario de boda.

Rescoldo en la mar


Quisiera mudarme en alga
Y arribar con la marea
Para tender a tus pies
Un tapiz verde esperanza.

Y después tornarme en ancla
Encallando en tus arenas
Hasta engarzarme a tu piel
Y confundirme en tu alma.

Mas no soy más que un fantasma
Que ardería con saber
Que entre tus sueños se encuentra,

Que se volvería, en llamas,
Espuma, vela, bajel
Brillante como una perla.

El mono herbicida (por la amiga de Kafka)

Harto de sufrir su continuo síndrome de abstinencia, el mono mata a su lila.




NOTA: Esto me lo ha enviado Milena (la amiga de Kafka, que era un tío muy "mono"), por correo electrónico y, la verdad, me ha hecho tanta gracia que he pensado que merecía la pena compartirlo. Además, ni le he pedido permiso ni nada; y es que los monos... ya se sabe. Gracias, Milena. Como venía sin título, le he puesto el primero que se me ha ocurrido. Pero admito sugerencias de la autora.

Íntima enemistad



Se alzó una brutal barrera
nunca supe con qué manos
y al tratar de demolerla
sólo muñones he hallado.


------------------ (Nunca podré ya evitar
------------------ este pavoroso miedo
------------------ a decirte que te quiero)

miércoles, 21 de noviembre de 2007

Alas de ángel



El que tú estés ahí

y te me acerques de tarde en tarde

es lo que aún

me ata a la vida.

Soneto frustrado


(Halazepam)

Iba a escribirte un soneto
Para volver a decirte
Que con demencia te quiero
-Es decir, que te preciso;
Llevo mucho padeciendo
De tu abstinencia este síndrome
Sin un puto sucedáneo
Que tal mono domestique-.
Pero después he pensado
Que mi lengua cercenada
Y tu tímpano atrofiado
No merecen tanto esfuerzo;
Y al final me he conformado
Con esta mierda de versos.

Rapaces y palomas


En la Tacita de Plata, donde antaño, según letrilla popular, se hicieran las mozas tirabuzones con las bombas del francés, el Ayuntamiento ha prohibido que, según la costumbre popular, se continúe "bombardeando" a los novios con arroz a la salida de las bodas. Trescientos eurazos de multa a todo aquel que infrinja la ordenanza municipal. Y no, no es por aquello de los tirabuzones –que igual ya ha pasado de moda, considerándose ahora más distinguido y elegante llevar lacio el cabello-, sino porque esta práctica proporciona alimento a las palomas –ese símbolo de la paz… acabo de acordarme, no sé porqué, de la masacre de Iraq-, cuya población crece y, con ella, el volumen de unos excrementos que afectan a la buena conservación del rico patrimonio cultural de la ciudad de la Bahía.

Y no es que a mí me parezca mal acabar con ciertas tradiciones como, por poner algún ejemplo, la del innoble “arte” de la tauromaquia, o ésta del arroz; que, como ya apuntó un concejal gaditano, hubo una vez un invitado a un bodorrio que “derrapó” sobre sus granos, con contusiones varias como resultado –días después derrapó con su automóvil, pero, más allá de las exequias fúnebres, aún no se han tomado otras medidas. Pero bueno, ya puestos a poner orden ¿por qué no ir a por todas y prohibir directamente las bodas? La verdad, yo me casé por la Iglesia –una contradicción más mancillando mi historial de ateo confeso-, pero nunca he comprendido eso de establecer relaciones de tipo contractual, ya de base civil, ya sacramental, con un sentimiento como objeto y, menos aún, con Cupido como avalista, que ya se sabe que es un jovenzuelo disoluto que suele faltar bastante a su palabra.

¡Ya me fui de nuevo del tema!, es que me pongo a hablar del amor y otras ridiculeces varias, y se me va el santo al cielo –expresión, ésta, también muy poco atea. El asunto a tratar era el de las palomas, y el del problema "ambiental" que supone su superpoblación en nuestras ciudades, y que, quizá, no esté mal tomar medidas para minimizar el impacto de tanta mierda –y dejémonos de tirar arroz por los suelos con tanto hambriento como hay por esos mundos de dios, salvo, claro está, que con ello se trate de eliminar superproducciones coyunturales y, de este modo, hacer subir los precios en el mercado.
Aunque digo yo que, si las palomas pudiesen contraatacar, igual ya estarían meditando establecer una ordenanza prohibiendo los convenios urbanísticos, que, como todo el mundo sabe, sirven de alimento a las bandadas de insaciables rapaces que devoran su rico patrimonio natural.

En fín; no pasan dos días sin que un ingenioso gaditano patente y se dedique a fabricar arroz artificial con componentes, tal vez si, tal vez no, altamente tóxicos, pero en cualquier caso no apto para el consumo de boca... o, para el caso particular, de pico. Qué las tradiciones, !oiga!, hay que mantenerlas en su sitio.

Con las bombas que tiran los fanfarrones…
Nota al margen: Este final, como podréis comprender, lo deberíais imaginar con música.

martes, 20 de noviembre de 2007

Porque la vida es sueño


Se consume mi azogue, sobre el fuego celeste
Que arrastran los alisios, de azul espuma ardiente
Contagiándose; llama que recorre en demente
Torrente mis arterias cual paroxismo agreste.

Anhelo en las mareas que mi entraña se infeste
De su ardor devorándome, que me estalle en la frente
Con todos mis latidos, haciéndome corriente
Que, en busca de su cauce, se vierta hacia el oeste.

Quiero ser agua fresca que, en la sal de su boca
Y el sudor de su vientre, edifique su lecho;
Quiero ser su pecado, sus pavesas, la roca

Que penetre en sus olas, y preñar su barbecho
Con simientes de olvido; ser corcel que desboca,
Do su sombra más íntima, el vigor de su pecho.

Desiertos


Un día fui tu huésped;
Fue tal la comunión en las palabras,
Tan grande la emoción en los sentidos,
Tan plácido el compás de los latidos,
Sin caricias ni labio sobre labio,
Que hasta a soñar llegué
Que, amable, un tiempo llegaría
En el que ser anfitrión a tu lado.
Un día fui tu huésped y después,
Al quebrarse la magia en mi costado,
Sólo quedó el destierro.

Lila (X)


Por mucho que lo repitan
Recordando el refranero
Y por más que yo quisiera
No es este mundo un pañuelo;
Porque teniendo a la lila
Tan cerca y lejos a un tiempo
Los espinos en mis huellas
Me impiden ir a su encuentro;
Y aunque en el aire se esfuerza
Por ser de mi alma un ungüento,
Nunca enjugará mi llanto
Con el roce de sus pétalos.
Porque ya lo he comprendido:
Son los muros más espesos
Los que del miedo he fraguado
Solamente en mis adentros.
Perdona lila querida,
Dulce lila de mis sueños,
Que el veneno del pasado
Se haga en tu senda tormento,
Que aunque yo te necesito
Como a la mar el velero,
Por mucho que lo repitan
No es este mundo un pañuelo.

lunes, 19 de noviembre de 2007

¿Qué es poesía?



“Nada ni nadie es la poesía,
pero ella es quién me salva de este monstruo
que acecha en un lugar dentro de mí,
la bestia que me hace compañía.”

Joan Margarit

No suelo frecuentar
Jornadas o ateneos literarios
Ni círculos poéticos;
O, mejor dicho, nunca los frecuenté en mi vida.
Pocos poetas conozco en persona,
Y antes que por poetas
Yo los tengo por amigos; mi mundo
Es el de las tabernas y las calles,
Y allí me relaciono
Con los taxistas y los fontaneros
Con los albañiles y los peones
Que por una miseria recolectan la fresa,
Con parados de larga duración
Y con algún obrero del montaje
De las sucias fábricas que, sin alma,
Nos hurtan nuestra vida de soslayo
En esta Huelva de gases y yesos
En nombre del progreso sacrosanto.
Casi ninguno leyó un solo verso
De Delmira, Cernuda o Alfonsina,
Las rimas de Gustavo Adolfo Bécquer
O los sonetos del gran Blas de Otero.
Nuestras conversaciones
Suelen versar sobre fútbol, sucesos,
Programas del corazón, Grandes Premios
Y acerca del magnífico trasero
De la hermosa mujer del carnicero.
Pero todos ellos tienen sus manos,
Su voz y su mirada,
Su vida cotidiana,
Colmados de poesía.



domingo, 18 de noviembre de 2007

Platónico


(Declaración de amor)


En distintas latitudes

Y con la mar de por medio,

Nunca vendrán tus veranos

A encontrarse con mi invierno,

Nunca te tendré en mis brazos,

Ni me saciaré en tus besos,

Ni me arrullará en la noche

El trigal de tus cabellos;

Ni surgirá de lo oscuro

Como un faro color cielo

Tu mirar para mostrarme

La dulce estela a tu puerto.

Pero, pese a la distancia

Y a que nunca nos veremos,

Ya te llevo para siempre

Como galope en mi pecho;

Latidos que son de almizcle,

Vivaces como el helecho,

Y que por verse en tu sangre,

Renunciaran a lo eterno.

Y te habré de confesar

Que muy cerca yo te siento

Cuando en mitad de la noche,

Visitándome en mis sueños,

En regiones tropicales,

De chilamates y ceibos,

Haces mudar los helados

Territorios de mi lecho.

Y en la ebriedad de tu aroma

Que me llega con el viento

Me imagino envuelto en llamas

Junto a tu cuerpo hecho fuego.


Fotografía: Max Kopisov

No quiero, no, que estés tan triste



¿Qué es el dolor?
De forma cierta,
Nunca lo supe.
No me refiero

A un sentimiento

Vago y abstracto;
Digo el dolor como absoluto,
Como una zarpa que nos desgarra,
Desde su piel a lo más íntimo,

La flor del alma,
Dejando exangües del corazón,

A los latidos;
El corazón,
Un mecanismo rudimentario
Que se consume de sufrimientos
Y que se apaga c
on la afonía

De los recuerdos.

¿Qué es dolor? nunca lo supe.
He visto muertes,
Hojas cayendo,
Madres llorando niños enfermos,
Perder su vuelo la mariposa
Y enmudecer al sol y al viento.
Pero el dolor
-al fin lo sé-
Más absoluto,
El más amargo
Y el más profundo
Es ser la causa de tu tristeza,
Ser la mazmorra de tus tormentos.

No quiero, no,
Que sigas triste,
Ni ver de luto
Negro tus ojos,
Ni que tus labios, cada mañana,
De gris te pintes.
Que quiero ver
Desde tu boca brotar la risa,
Y en tu mirada,
Como luceros, luces celestes,
Para el dolor
Lejos, muy lejos, dejar por siempre.

Nostalgia


Quisiera ser cual albatros
Para surcar tu alto cielo
Bebiendo la dulce lluvia
Del latido de tu pecho;
Y si el viento en mi plumaje
Colmase tu mar de hielo
Alejarme con las nubes
Sobre la espalda de Céfiro.
Pero están mis remos rotos
Y no sé recomponerlos
Y de su plumaje exangüe
Nace una flor sin aliento.
Tú tal vez tampoco sepas
Del fulgor de los luceros,
Pero mereces volar
Más que yo me lo merezco;
Porque llevo yo en mis alas
La agonía de un deseo
Que, por tener en mis manos,
Mi alma daría a los cuervos;
Mientras que tú eres un ángel
Que encarcela sus anhelos
Para evitar que el dolor
Anide en labios ajenos.
Mas mis alas siguen blancas
Como la flor del almendro
Bajo el manto de tristezas
Que las abismó en el cieno;
Y conservan la alegría
Aunque tú no puedas verlo
De que existiera un instante
Do mi tiempo fue tu tiempo.
Mas se quebró la clepsidra
Vertiendo su sangre al hueco
Donde gimen los posibles
Tras las fauces de Cerbero.
Ya somos aves de paso,
Tú alejándote en el cielo
Mientras yo, mi vuelo atado,
Vivo anclado a los recuerdos;
Más volar pudimos juntos
Desde el verano al invierno,
Pero no nos enseñaron
U olvidamos como hacerlo.
¡Vuela lejos, ángel mío!
Sin ningún remordimiento
Vuela sin mirar atrás
Donde habita el desaliento.
Mas al fundirse la nieve
A finales de febrero,
Roza con tu aire mis alas,
Primaveral, un momento,
Para que siga el pasado
Lleno de vida latiendo,
Para que siga endulzando
Mi amargura tu recuerdo.


Fotografía: Elina Brotherus.