"…y se pone el sol
no sin una incierta belleza
que hace aún más hiriente
toda esta ruina
que paga
periódicos, políticos, libros de poesía
y hasta la restauración de todos los santos y santuarios de esta ciudad
antes de llevarse por delante a los que acuden a las procesiones."
Antonio Orihuela
Si yo quisiera lograr
Que este mediocre poema
Destinado nada más
Que a describir un paisaje
Se publicase un buen día
Por alguna de las instituciones democráticas
Que con su público mecenazgo
Se encargan de divulgar a los cuatro vientos la cultura,
Y que sin duda en ningún caso
Se permiten plegarse a intereses
Ajenos a los de los ciudadanos
Perpetrando impunemente la censura
Contra insurgentes o rebeldes
Y premiando a los sumisos
Que miran para otro lado
O pregonan las bondades del sistema,
Debiera alcanzar a decir
Que los yesos que se ven
Desde las azoteas de Tráfico Pesado
Son como la inmaculada nieve
Brillando al Sol y a la Luna
Y que obraron el milagro
De librarnos para siempre
De las inútiles marismas pestilentes
Donde latente se agazapaba el paludismo.
Y que el arsénico, el uranio y el cinc en flores
Contribuyeron a eliminar la plaga de mosquitos
Que tanto podría molestar a los turistas
En el caso de que algún día
Se decidiesen a visitar en tropel
La que dicen que pudo ser
La ciudad de los Tartessios
Y sus subyugantes estampas industriales.
También describiría
Como de noche, languideciendo las estrellas
Desde los áticos y balcones del Matadero
Resulta un espectáculo sublime
Observar la multitud de luminarias
Que alumbran las fábricas del Polo
Como si de monumentos Victorianos se tratase
Emanando nubes de humo espectrales
Semejantes a las que están tan al uso
En los conciertos de hard rock.
¡Qué inocua belleza desprenden
Las altas y estilizadas chimeneas!
Óxidos de nitrógeno y sulfhídrico
Empapados en vapor de agua
Dibujando sinfonías en el aire
Que con la lluvia y el crepúsculo sobre la Ría
Nos trasladan como por encantamiento
A un arrabal londinense
Bañado por las límpidas aguas del Támesis
Y tocado por la magia
De dioses y hadas anglosajones.
También debiera relatar
Que la mugre rojiza que de día
Se ve adherida en el asfalto
Y sobre las trémulas hojas de los árboles
No es más que un tinte inofensivo
Que obra el prodigio fabuloso
De singularizar el paisaje y la genética
¡Que acogedora indolencia
Ofrece a su patrón el onubense!
Y no podría olvidar,
Para ilustrar el alma generosa de las gentes
Que habitamos este otro paraíso terrenal
Donado por el magnánimo progreso,
Que gracias a nuestro altruismo
Y a la sin par condición humanitaria
De aquellos que nos concedieron
La gracia de alzar a las alturas
Nuestro nivel de vida paupérrimo,
Allende en lugares lejanos
Se hace posible fabricar
Los discos compactos que permiten
Que en algún rincón de Mauritania
Un pequeño niño bereber
Eleve su espíritu hasta el cielo
Deleitándose con la excelsa melodía
Del Himno a la Alegría de Beethoven;
Así como también sin duda
Una legión de productos farmacéuticos
Prestos a aliviar el sufrimiento
De millones de pobres desdichados
Desde el Níger hasta Bangladesh.
Pero yo
No soy poeta,
Sólo un ecologista desalmado
Presto a minar el progreso
Y también pudiera ser
Que un perverso terrorista
Ansioso por derruir
Desde sus mismos cimientos
Esta portentosa democracia
Que como tantas otras muchas cosas
Nos legara la infame Dictadura.
Así es, por tanto
Que albergo el fundado temor
De que mis versos apresurados
Saliéndose del redil y de la métrica
No hayan conseguido ser
Tan correctos como debieran
-Como comprenderán me refiero
Sólo a su valoración poética-
Para merecer la mínima atención
De los adalides de la cultura
Y su ilustre mecenazgo
Formado de cartón piedra.
24 de octubre de 2006