jueves, 12 de julio de 2007

A 22 kilómetros


A Gioconda Belli, por su Íntima multitud.
A Dulce Pontes, por la emoción.

Desde el reproductor de "emepetrés"
-llenándome, envolviéndome,
llevándome a regiones subacuáticas
de atroz melancolía azul y agreste-
fluye, igual que un torrente,
tal que azúcar moreno

recién diluida en té
rojo cobre caliente,
el aroma a canela de la voz
sin par de Dulce Pontes.

“Están as nubes chorrando
por un amor que morréu
están as rúas molladas
de tanto como chovéu”


En el panel informativo rugen
figuras parpadeantes, rojo inmóvil,
de ataúdes de metal, amontonados,
gimiendo comprimidos
por un denso triángulo

sangriento que titila sin salidas:

“A 22 KILÓMETROS”.

Mi alma dolorida, fulgor perecedero,
se expande, se sublima,
hacia su vasto adentro sin confines,
entre la remembranza incontenible,
sin digerir su ternura aún del todo,
de la íntima, la heroica multitud
de Nicaragua, y de Gioconda Belli
y su firme lamento
por su paisito, tan lejano, en llanto;
su anhelo firme, pero siempre incierto,
de que un millón de voces
algún día la arrullen dulcemente
con el mimo y los versos maternales
de una liberadora canción triunfal de cuna;
el inmenso dolor que la atormenta
por su Carlos Fonseca,
quizá asaltado de manera póstuma
por hormigas locuaces y perversas;
su gran amor -revolución frustrada-
hecho pedazos por las sucias trampas
de un pútrido poder que envenenado
de un orgullo altanero y sin clemencia,
temprano abandonó vergüenza y ética
al borde tortuoso del camino.
Adriana, su querida Adriana; Digna
Mendiola, despojada de forma voluntaria
de su blusita blanca
y su faldita azul de colegiala,
herida mendigando en un semáforo
que nunca dio oportunidad alguna
al rojo y sus matices;
el tiempo y su fugaz futilidad;
la huera y detestable sinrazón
de la velocidad;
la incomunicación;
amor y desamor;
Virginia Woolf, en su recuerdo libre
e irredenta, llenando los bolsillos
de piedras y más piedras
camino a su postrer
zambullida en el río;
la cruel desesperanza
y su deseo incombustible y fiel
por siempre resurgir de las cenizas;
su inmensa soledad
sobre las atestadas autopistas,
calles, de la multiétnica
la multitudinaria,
y tan indecorosamente extensa
Los Ángeles; esa ciudad sin cielo.

“Mas a velha Chica embrulhada nos pensamentos,
ela sabia, mas não dizia a razão daquele sofrimento.
Xé menino, não fala política,
não fala política, não fala política”
.

Súbitamente inmóvil, soy cercado
por las salpicaduras corrosivas
que vomitan los tubos de escape –qué eufemismo-
y por miles de rostros de tez fantasmagórica,
reflejo enrojecido de un infierno
que se enciende espantoso con las luces de freno.

Me siento yo también un autonauta
desamparado y solo,
y, furtiva, una lágrima resbala,
Amarga y salitrosa, hasta mis labios,
ante la certidumbre sin ambages
de que mi madrugar sin fe en la aurora

jamás me acercará siquiera un poco
a la ilusoria e inasible calma
de una cálida muerte transitoria y nocturna
-espejismo fugaz empeñándose en vano
por huir de esperanzas tantas veces frustradas-;
y de que una vez más, mañana, seré Lázaro
destripando mis sueños no engendrados
sin dar siquiera, como mal menor,
una oportunidad
al gris e impersonal despertador
-arma brutal de destrucción masiva
y baluarte esencial del soez capitalismo-;
sólo un sobreviviente, a duras penas,
amarrado a la hirsuta pesadilla
de no saber el modo de secar
las lágrimas que anegan a las nubes;
de, al menos, no poder
ganar una batalla

a este pequeño ejército de hormigas espantosas
que me asedia sin tregua en el estrépito
de su hondo cuchicheo;
de no tener valor para otorgarle
una oportunidad a la niña Mendiola;
de no lograr vencer mi miedo atávico
ante ese desamor que todo amor contiene;
de no ser ya capaz de ser de nuevo
un menino inocente,
para hablar de política, de la revolución,
del sufrimiento y de sus (sin)razones;
sin trampas, sin orgullo,
con ética y amor;
de saber que temprano, muy temprano,
mas ya casi rendido, meteré
algunas piedras más en mis bolsillos.

Diciembre de 2005-abril de 2010.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

hoy no es un dia muy real para mi, tal vez lleno de artificios que me rodean, he leido tu blog... y que decirte, terapia? espero que haya pasado, como pone sept, 2004, o tal vez hoy no veo bien, no se, tal vez hice algo... que no debia, yo que se... nos vemos en otro rato..

Anónimo dijo...

No ha pasado. Cada día, más asignaturas pendientes. Más artificio vacío. Más cosas sin hacer que debí. No temo decir no debo, temo decir no hago. Y me inmovilizo. Y me rindo una y mil veces ante todo... ante todo, menos ante el mar. Hasta volverme ola, o ser engullido. ¿La sal duele? Claro, claro que duele. Pero también, llena de sabor las heridas. No me arrepiento de nada. Sólo... de lo que no hice. Desde la irrealidad, tan cotidiana, tan evidente, tan a flor de piel...

Un abrazo.

Anónimo dijo...

Hoy he vuelto a perder de vista la orilla de la playa donde había puesto mis esperanzas de salvarme. Nunca quise poseerla, sólo descansar a ratos de tanto mar en su orilla. Y, de repente, ya no estaba. Me vuelto entonces buscando una arista en el viento donde secar mis alas. Pero le he perdido el rastro y el mar es mucho más grande, más profundo, más voraz, más temible. Puede parecer una pérdida sin importancia, otra más de tantas, pero, con cada una de ellas, se van debilitando mis muñones. La seguiré buscando. Estoy seguro de que no se dejará arrebatar por el océano. Como todo buen náufrago.