Soñé que la semilla aquella frágil que se llevó la lluvia aguas abajo, cubierta por un manto de hirsutos sedimentos, aún respira. Y ando desde esa noche como loco, abriendo con las uñas las entrañas a la tierra, talando la maraña que la cubre con los dientes, escupiendo a los cielos con encono por esta eterna noche sin estrellas que anula el firmamento. Y arrastro mis entrañas por los páramos, dejándome la piel entre las piedras, el aliento enredado entre los huesos que exhumo por mis ansias desbocadas turbando la ataraxia de los muertos. Y aullando como un alma de ultratumba invoco ¡ROSA!, sin que un eco piadoso me traiga entre sus alas siquiera su fragancia.
La flor del tabaco
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*(Pues si mata… que mate)*
*A Manolo Rubiales –echando humo.*
*Ayer noche, al quedarme sin tabaco*
*–Estaban los estancos y colmados,*
*Los quioscos...
2 comentarios:
Si no soñamos eso.... si dejamos de soñar en semillas que puedan llegar a germinar...¿Qué sentido tendría muchos de nuestros momentos?
Abrazos, Poeta jardinero !
Seguir soñando lo que parezca imposible, pues a veces se convierte en realidad.
Mejor la improbabilidad que la imposibilidad.
Abrazo
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