“…pero el viajero que huye…”
He vuelto hasta el zaguán
donde en la noche aquella
del principio del fin
y ebriedades castradas,
la abrace como, a modo
de hasta nunca, se abrazan
al difunto sus deudos.
He vuelto como el perro
que, abandonado lejos,
desafiando el desprecio
y el olvido, regresa
atravesando, enjuto
y a contraviento, páramos,
con la mirada triste
y ni un solo gruñido.
He vuelto, pero todo,
como entonces y siempre,
me ha resultado ajeno;
y, furtivo, al marcharme,
he dejado un manojo
de flores y un puñado
de tierra ―polvo al polvo—
al pie de mi epitafio.
1 comentario:
amor incondicional y desengañado
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