Ojos como colmillos
de víbora o cometa
erigen su guarida
en la boca del lobo.
La luna abre sus piernas
de escolopendra lúbrica
y un caracol gigante
―barritando blasfemias
y engullendo sus babas―
se arrastra, moribundo,
por la senda esmeril
que conduce al osario
donde yacen los restos
de moluscos y vírgenes.
(Si hallases las cenizas
del Fénix, no derrames
tu hiel en sus muñones
ni devores sus lágrimas.
Extírpale la lengua
y úsala como báculo
para huir de la bruma)
La flor del tabaco
-
*(Pues si mata… que mate)*
*A Manolo Rubiales –echando humo.*
*Ayer noche, al quedarme sin tabaco*
*–Estaban los estancos y colmados,*
*Los quioscos...
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