Abro el paraguas dentro de la ergástula,
pero tiene goteras —como el techo
y el corazón de piedra del verdugo—
y me calo de bilis corrosiva hasta el tuétano.
También es mala suerte convocar
así a la mala suerte.
Pero qué hacer si el firmamento
gotea como un sapo moribundo
cociéndose en su esperma,
y la dilatación del universo
ha empujado hasta el límite
del tiempo la guarida de las hadas,
mudando inalcanzable todo sueño.
Después está el asunto de la bruma
y las corrientes de aire
arrastrando las últimas
partículas de polvo enamorado
hacia las telarañas del olvido.
Ya sólo queda, pues,
aguardar a que un rayo
de ígnea misericordia
desencadene el éxtasis
cabal, manumisor, definitivo.
La flor del tabaco
-
*(Pues si mata… que mate)*
*A Manolo Rubiales –echando humo.*
*Ayer noche, al quedarme sin tabaco*
*–Estaban los estancos y colmados,*
*Los quioscos...
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