La luz en la ventana, con la lluvia, frente a las sombras rancias del dormitorio frío. Soledad y silencio. El ocaso a la espalda. Bajo la telaraña, con firmes ataduras por sudario, la herrumbre de las horas sin confines ni centro. Sobre el lecho, relámpagos. Relámpagos marchitos con alas de luciérnaga y los ojos de un ángel al borde del abismo, al final de los tiempos. Y más allá de todo, de la noche sin fin, una puerta al olvido, y el verbo inerme, inédito, inaudito, sin puentes al prodigio de la carne.
La flor del tabaco
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*(Pues si mata… que mate)*
*A Manolo Rubiales –echando humo.*
*Ayer noche, al quedarme sin tabaco*
*–Estaban los estancos y colmados,*
*Los quioscos...
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