Los padres sevillanos de Ramirito pertenecieron a la gloriosa Generación del 27. Qué duda cabe de que hicieron un denodado esfuerzo para que su hijo no fuera un Don Nadie, sino persona culta, instruida e ilustrada. Era habitual que le hicieran escribir cuadernos de caligrafía para que tuviera bella letra, le encargaban redacciones sobre este o aquel tema, y le ponían dictados con los que corregir sus faltas de ortografía. Con todo esto, Ramirito debía usar frecuentemente el diccionario, siempre en lugar principal dentro de ese bosques de libros de la biblioteca, tan vastos que le parecían una selva inexplorada. También le leían poesías de Bécquer y Machado, entre otros próceres hispalenses, pues eran un magnífico ejemplo para que aprendiera que las frases nunca cojean, si cada palabra encaja perfectamente en su sitio.
(¢) Carlos Parejo Delgado
1 comentario:
Qué envidia..! Como docente me encuentro lamentablemente con padres "ausentes"...padres que han delegado la tarea de educar a los centros...y no se dan cuenta que en esa tarea nosotros somos colaboradores de ellos y no al revés...
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