Transitamos la estrecha calle en cerrada formación de espartanas veteranas. Las de los carricoches eléctricos ocuparon la vanguardia y la retaguardia. A su rebufo paseamos las de los andadores y bastones. Tuvimos que atravesar los remolinos que se formaban en los escaparates de las tiendas del mundo entero aquí reunidas, y soportar las potentes corrientes de aire (tan cálido en invierno y tan gélido en verano) que soplaban en sus entradas.
Toda la calle Tetuán era una corriente tan multitudinaria que se diría oceánica, e iba impulsando las masas que se bajaban de las paradas de autobuses desde los céntricos puertos urbanos de La Campana y la Plaza del Duque hacia la Plaza Nueva y la Avenida , hasta llegar a la Puerta Jerez. Por la rúa latía – apresurado, desconcertante y variopinto –el corazón de la moderna Sevilla del siglo veintiuno.
(¢) Carlos Parejo Delgado
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