lunes, 19 de noviembre de 2018

Transustanciación



 "Tú, nacida en la cresta de los Alpes;
tú, que te ciernes sobre abruptas cimas;
desciendes de las nubes hasta el suelo
para cazar la oscura sabandija.
¿Quién de las dos más noble: la que busca
rocío celestial que la sublima,
o aquella majestad que en festín torpe
su esplendor mancha y su grandeza olvida?"

Felipe Jacinto Sala

Los sueños de los pobres
no se alzan en el aire como el águila
para, al rozar el cielo
sobre las altas cumbres,
arrojarse en picado a darle caza
a la frágil e inerme sabandija.
Los pobres sueñan pan, techo, trabajo
y, a veces, en secreto,
uncidos como van a su miseria
milenaria, con ser
dueños de sus destinos, con andar,
sin cadenas ni yugos, su camino
a través de intrincados vericuetos
hasta llegar al mar
y abolir las fronteras
de los mapas y el hambre.
"Torpe animal pedestre
—afirman los chamanes y caciques—
sin derecho a soñar sueños de altura."
Y proscriben los sueños de los pobres
a cambio de migajas, servidumbre
y un jergón bajo un techo
de paja con goteras
donde pasar la noche
ateridos de frío y ahítos de hambre.
Y, humillados, los pobres
terminan por sentirse culpables cuando sueñan
con un grano simiente de utopía.
Hasta que una mañana,
al filo de la aurora, despiertan de su insomnio
inducido, los pobres, y comprenden
que su hurgar el subsuelo con denuedo,
lo mismo que lombrices
de tierra, y no la fusta
del amo, es lo que muda
en fecundos vergeles los eriales
que dejan a su paso marcial los codiciosos
parásitos de cloaca que se piensan
los dueños exclusivos, por la Gracia
de un Dios inexistente, de este mundo.
Y es entonces cuando se obra el prodigio:
la transustanciación de la lombriz
de tierra en mariposa.

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