miércoles, 28 de noviembre de 2018

Contra las cuerdas


Una mujer se arroja
desde el balcón y acaba
rota sobre la acera
unos instantes antes
de ir a ser desahuciada.
Un indigente muere
aterido a las puertas
de un cajero automático.
Una anciana perece
por intoxicación
de ceodós intentando
caldear su hogar haciendo
arder papel y plástico.
Un obrero sucumbe
de un golpe de calor
cuando, a las dos y media
de la tarde, a cuarenta
y un grados a la sombra,
se hallaba practicando
labores de asfaltado.
No hay réplica por parte
del pueblo, la indolencia
está a la orden del día,
sonados como andamos
tras descuidar la guardia.
Y seguimos en lo alto
del ring, de tumbo en tumbo,
sin respuesta, encajando
insensibles los golpes
que reciben aquellos
que son nuestros iguales,
sin pensar que podemos
ser el siguiente púgil
en caer desplomado
de bruces en la lona.
Ya apenas queda nada
de aquella épica lucha
de clases que libraron
nuestros padres y abuelos
pese a no haber pasado
del peso minimosca.
Nos creímos clase media
y, tras haber tirado
la toalla, aquella lucha
se ha transmudado, a fuego
lento y sin que haya límite
de asaltos, en masacre.

1 comentario:

Carlos dijo...

No siempre, mira los catalanes que se han olvidado por unos días de la independencia y se manifiestan (bomberos, médicos y estudiantes) ante el Palacio de la Generalidad por unas condiciones dignas de vida y trabajo, lo que más importa