viernes, 23 de noviembre de 2018

La espía que me amó


(O de la conjura digital de los necios.)



Nuestros amantísimos y muy representantes y mucho representantes democráticos de la voluntad popular y a la sazón legisladores patrios por la Gracia de Dios y el Caudillo fascista y genocida del todo atado y bien atado, aprueban una modificación de ley que permitirá a los partidos políticos espiarnos hasta las heces para, con la información obtenida con nocturnidad y alevosía, comernos la jodida cabeza de manera personalizada, con sus falsas promesas y sus panfletos digitales de inspiración goebbeliana cada vez que se les ponga en los santos cojones. Con el por culo que nos han venido dando estos tiempos atrás con el argumento de -oh, estúpidos e inermes consumidores compulsivos sin medio ochavo- venir a protegernos del spam publicitario de carácter comercial. Parece mentira. ¿Y quién vendrá a protegernos de ellos y sus podadoras de margaritas ideológicas? Ley Orgánica de Protección de Datos y garantía de los derechos digitales lleva por nombre la criatura. Derecho digital a que nos den la tabarra sin tener que pedirnos permiso, se entiende. Con derechos así, ¿quién necesita deberes? Estos, que al parecer nos toman por gilipollas cum laude, hace tiempo que traspasaron los límites que separan el territorio de los mediocres del de los necios. No hay otra explicación posible. Eso sí, viendo la denominación oficial de la ley para el espionaje masivo y la comedura no deseada de coco a ciudadanos, pueblerinos y aldeanos de nuestro tan devastado solar patrio, lo que no se les puede negar es que son unos puñeteros cachondos. ¡Viva la anarquía, voto a Bríos!

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Meteos la propaganda política personalizada por el ojete, majos.

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