La corrupción es como un toro... no, no, que algo parecido dijo en sólo dos palabras o alguna más el más famoso diestro de Ubrique, y ya es bien sabido que tortura no es cultura. Utilicemos otro símil. La corrupción es como un descomunal iceberg del cual la parte visible, paradójicamente, es la que se trata de ocultar porque contraviene las leyes hechas por los que a la par hacen la trampa para su propio beneficio y el de aquellos a los que sirven. Unas leyes, por tanto, hechas a la medida de los poderosos y los que más tienen para que se vean favorecidos y mucho frente al común de los mortales. Pero hay quienes nunca tienen suficiente y quieren llenarse los bolsillos aún más allá de lo que una muy injusta y amañada legalidad les permite. Esta corrupción sería la de Emepuntorajoy y el Partido Popular, la punta de un iceberg, que viene a suponer una mínima parte respecto a la amenaza que acecha sumergida bajo las aguas: la corrupción legal amparada por las leyes trampa hechas para satisfacer sin levantar demasiada polvareda la codicia de las élites (SICAV y ETT, por ejemplos). Y esta criminal masa de hielo ya no depende de quien ostente el poder político y lo ejerza como evidente servidumbre a las mafias del totalitarismo financiero; es inherente al sistema. O tal vez deberíamos llamarlo contubernio. Jamás veremos licuarse ese iceberg mientras navegue por los océanos del sistema. Jamás. Sólo la anarquía nos puede salvar del caos. Así que, aquí y ahora, contra la corrupción y las desigualdades, me declaro medio anarquista; que, diciendo bien, me decía hace unos días Eladio Orta, que ser anarquista por completo requiere tal esfuerzo y tal compromiso frente a la tentación del hielo, que de hecho resulta imposible en la práctica.
(Esperabais a Godot sin querer, ilusos, caer en la cuenta de que siempre llega mañana.)
1 comentario:
Lo dijeron bien claro los clásicos: "el poder corrompe" y así lo hemos visto a lo largo de la historia. Cuanto más poder más corrupción.
Los que mandan hacen las leyes a su servicio, al servicio de sus bolsillos.
Salud
Francesc Cornadó
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