“Aunque los revolucionarios, como individuos, puedan ser asesinados, nunca se podrán matar sus ideas.”
Thomas Sankara
Hay, entre aquellos que aún no han sucumbido a los dogmas oscuros del pensamiento único, quienes piensan que el asfixiante acoso al que se está viendo siendo sometida la República Bolivariana de Venezuela por parte de las mafias del totalitarismo financiero global, viene motivado fundamentalmente por su abundancia de recursos petrolíferos. Sería de necios negar que tal cuestión influye y mucho. Pero tal vez haya otra causa tanto o más relevante. Y es que la Venezuela que nos legó el presidente Chávez comenzó hace ya tiempo a demostrar al mundo que otra sociedad, más humana, justa e igualitaria, es posible. Como lo demostró con creces la Burkina Faso de Thomas Sankara hasta que este fuese asesinado en el transcurso del golpe de Estado perpetrado por Blaise Compaoré, un pelele criminal, nauseabundo y felón al servicio de la antigua metrópoli, la República Francesa. “Toda la riqueza del país en sus distintas formas y sea cual fuere su titularidad está subordinada al interés general”, dispone el apartado primero del artículo 128 de la, sin embargo, muy liberal Constitución Española. A punto de cumplirse 40 años de su entrada en vigor, muy poco o nada han hecho los poderes públicos patrios para propiciar su cumplimiento. Y es que aquí tampoco deja de oler a azufre. Pero otro mundo es posible.
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