Jamás tuve confianza en las sirenas. Aúllan en las noches de tormenta, tintando la ciudad de asfalto y cuarzo, con crudos alaridos araneros. Estamos en alerta permanente; no obstante, la narcosis nos muda en indolentes sordomudos, ajenos por completo a la agonía de un cántico de pájaros ausentes. Atados al vacío del presente, vivimos en la urgencia de un mañana, que, estático en el vientre de la bestia, se pudre lentamente ahogado en vómito. Ya ululan nuevamente con encono; no ocurre nada grave: tan sólo ocultan, turbias, tras su estrépito, los golpes de martillo que perpetran los zafios arquitectos de patíbulos.
La flor del tabaco
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*(Pues si mata… que mate)*
*A Manolo Rubiales –echando humo.*
*Ayer noche, al quedarme sin tabaco*
*–Estaban los estancos y colmados,*
*Los quioscos...
2 comentarios:
Usted perdone mi querido Hipogeo,¿que tienes contra las sirenas?, mira, mira que te las vas a ver con mis escamas, jajaja, ahhhh, vale, vale, que no te refieres a mis hermanas, nop, esas no son familia mia, mis hermanas cantan y yo solo Susurro, miles de besossssssssssssssssss
Las sirenas pueden salvarte de los abismos Rafa.
Escúchalas, escúchate.
Escribes como los dioses ( y yo siempre he creído en ellos, sabes?)
Gracias por alegrarme el día.
Te beso, sí.
(Estoy escuchando La internacional mientras te comento)
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