sábado, 15 de mayo de 2010

La prohibición


NO ENCONTRÁBAMOS mayor placer que el de bajar a la playa en las frías mañanas de espesa niebla. Una vez allí nos desnudábamos y, ateridos y violentos, fornicábamos hasta la extenuación mientras nos arañábamos y mordíamos con saña y llorábamos desconsolados celebrando la eterna defunción del horizonte. Después volvíamos a casa y, tras lamernos las heridas, a veces, en la calidez del lecho, hacíamos dulcemente el amor. Pero no era lo mismo. No, tan lejos el uno del otro.

2 comentarios:

Milena dijo...

Si es que ya lo digo yo.... la rabiosa naturaleza nos quita todos los males, acorta distancias y ese baño de arena nos embadurna de dicha.....¡¡¡Hala, a la duchita ahora, antes de que el gobierno nos suba el recibo del agua que verás que pronto lo hace !!!

Besotes

Dafne dijo...

Unos microcuentos preciosos ..como te decía
A mi me gustaria leelos en un libro.Que no te de pereza...
Mas besos!!