sábado, 8 de mayo de 2010

La crisis y sus posibles soluciones: gobernanza y revolución


“Cuando las barbas de tu vecino veas cortar, pon las tuyas a remojar.”
HOY YA, con la que está cayendo, podemos afirmar que en la conciencia colectiva del pueblo, durante tanto tiempo narcotizada por las nuevas religiones de la modernidad –el culto al éxito, el “sálvese quien pueda” y, entre otras muchas, el “yo a lo mío y que los demás arreen”-, ha comenzado a instalarse la sospecha de que toda esta liturgia de usar y tirar, más que de santos, puede ser producto del infierno. Y que en el centro de ese asfixiante Averno, sin nadie a diestra ni siniestra, se alza reinando de forma despótica y cruel, el poder financiero especulativo.

Sin duda, por tanto, el pueblo no estaba aún tan idiotizado como algunos presumían satisfechos. No obstante, reduciendo únicamente a ese demonio el origen de sus males, también demuestra que aún no ha terminado por despertar del todo.

Evidentemente, han sido los poderes financieros, con su criminal avaricia, con su ataque permanente a las economías productivas para enriquecerse a toda costa sobre la base de vender y revender sin descanso humo y más humo, los que han dado lugar a esta crisis sin parangón alguno en la ya larga historia del genocidio capitalista. Crisis de la cual, aún no se han dejado sentir todos ni los más graves de sus perniciosos efectos. Pero no han sido los especuladores los únicos responsables de esta brutal debacle a la que, de momento atónitos, estamos asistiendo los ciudadanos de medio mundo –en el otro medio la debacle siempre ha estado presente desde hace ya siglos.

Causa sorpresa, cuando no náuseas, escuchar en estos días de vasta cólera, a políticos de renombre abundando, con la pestilente complicidad de los medios de manipulación masiva, en esta idea falaz e interesada de adjudicar al poder financiero en exclusiva la culpa de tanta desgracia. Como Pilatos, tratan de lavarse unas manos en las que ya siempre llevarán la mancha indeleble del sudor, la sangre y las lágrimas de los desposeídos, los marginados, de los nadie. Y de muchos muertos. Y aun más sorprendente resulta que esas declaraciones las hagan los mismos que, a un tiempo, nos tratan de hacer creer la gran falacia de que la solución a la crisis sólo puede darse otorgando nuevos favores, mayores libertades –eufemismo tras el que, en este caso, se oculta un criminal libertinaje- a ese mismo poder financiero que nos ha llevado a la situación actual. Y que para ello resulta ineludible continuar rebajando más y más los derechos de aquellos que, inermes y ya casi exangües, la estamos sufriendo. Vomitivo.

Porque ¿cuál es el papel que deberían jugar los políticos, los estados, en el gobierno del mundo?, ¿cuál debería ser su principal razón de ser?, ¿para qué los elegimos? Ese papel no debería ser otro que el de actuar como el fiel de la balanza que armoniza, con justicia para todos, los intereses del poder económico con los de la sociedad, los del pueblo. Esa sería la verdadera democracia y no esta dictadura encubierta que nos subyuga, que nos pisotea bajo la inclemente y pesada bota del capital con la complicidad de medios, parlamentos, gobiernos y partidos. Porque los políticos, los estados, si es que alguna vez lo hicieron, hace ya mucho que dejaron de jugar ese papel para rendir exclusiva pleitesía y postrarse humillados a los pies del poder económico. Unas veces por miedo, otras para recibir a cambio prebendas, o como método para mantenerse en la poltrona, esta es la triste realidad, salvo contadas y honrosas excepciones, de la política y los políticos de baja estofa que sufrimos hoy día.

Nunca saldremos de la opresión, nunca alcanzaremos la justicia, nunca habrá democracia con políticos de este tipo. Con políticos que afirman que la solución a tanta barbarie sólo podrá venir de la mano de esos mismos poderes financieros que se nutren de ella y la han originado. Los políticos cobardes, los políticos apoltronados, los políticos de “estómago agradecido”, por su propio pie o a patadas, para casa. O, en su caso, a presidio –nunca he sido partidario de las guillotinas. Hoy, más que nunca, lo que necesitamos son políticos valientes, honrados y con verdadera vocación de servicio público. Políticos decididos a enfrentarse a ese gran capital homicida que nos desangra y a los medios de manipulación masiva que lo sirven como patéticos lacayos. Políticos que, en lugar de querer volver a llevarnos de nuevo al punto de partida que dio lugar a esta crisis para volver a repetirla, se decidan a iniciar caminos nuevos, caminos diferentes, caminos por los que puedan transitar también los muchos que, con los actuales mimbres, han sido y siguen siendo arrojados a la cuneta. Políticos que, en lugar de tratar de lavarse la sangre ajena de sus sucias manos, se las manchen con el trabajo de la tierra y por la tierra, codo con codo con los agricultores, con los albañiles, con los oficinistas, con los obreros. Políticos resueltos a ser, de una vez por todas, ese fiel de la balanza que nos lleve a un mundo donde las principales señas de identidad sean la justicia social y la democracia. Un mundo en el que los vendedores de humo y su nauseabunda podredumbre sean relegados para siempre a las catacumbas de una triste y, sin ser nunca olvidada, ya pasada historia.

Porque nunca vendrá una solución a la injusticia y la miseria de la mano del poder económico, de la mano del capital, de la mano de los mercados ni de políticos mamporreros, hoy es el día, quizá ya una de las últimas oportunidades, de ese político nuevo; el día de la izquierda. Y hoy es el día, sobre todo, del pueblo, de un pueblo despierto que reclame lo que durante tanto tiempo le ha venido siendo robado y legítimamente le pertenece. Hoy es el día de las alianzas sociales, de la respuesta de los marginados, de los pisoteados, de esos nadie que no quieren seguir siéndolo para pasar a ser los verdaderos protagonistas de su Historia. Y hoy es ese día del pueblo, ya con el apoyo de esos políticos nuevos, ya sin ellos. Ya con la paz y la negociación como bandera, ya con la desesperación y la infinita fuerza de los que lo han perdido todo, hasta la esperanza, y a pecho descubierto, con uñas y dientes, van a la búsqueda y encuentro de su destino sin importarles las consecuencias; prefiriendo caer finalmente derrotados antes que rendirse, que darse por vencidos. ¡VIVA EL PUEBLO GRIEGO!

4 comentarios:

Silvia Delgado dijo...

extrordinario artìculo.
Sòlo un apunte, la primera semana de junio, se reuniràn en Sitges, los genocidas del club Bilderberg, ¿haremos el suficiente ruido para que sepan que sabemos que tienen los dìas contados? veremos, ojalà asì sea. Un abrazo, Silvia.

Unknown dijo...

Al final vuelta a empezar.
SALUDOS,
VeNGO REBOTADO DE LA POLLA EN VERSO.
Cuanto le debemos a ese hombre.

Unknown dijo...

Al final vuelta a empezar.
SALUDOS,
VeNGO REBOTADO DE LA POLLA EN VERSO.
Cuanto le debemos a ese hombre.

Caminante dijo...

Conocí hace años a una muchacha canadiense, descendiente de griegos, que decía que eran un pueblo inteligente gobernado por ignorantes -o similar-. Y, nosotros ¿nosotros qué somos?
Besos desde arriba: PAQUITA