Nada de esto que me cuentas tiene sitio entre mis recuerdos. Puede que deseásemos con todas nuestras fuerzas que ocurriese, pero nunca sucedió. O tal vez sí, pero no soy capaz de recordarlo. Ya sólo alcanzo a recordar mi imagen en tus ojos mirándome. Mirándome con amor, con pasión, con deseo, aunque nunca quisiéramos reconocerlo. Estábamos atados por la fuerza de absurdos sacramentos ajenos y por el miedo al pecado -perdona, mi crudeza, lo más posible es que esté equivocado, aunque no puedo dejar de pensar de este modo-, pero sobre todo por tu infinita bondad que se negaba a causar daño, esa infinita bondad que hizo que quisiese estar siempre a tu lado. Pero, ya ves, el dolor propio o el de los otros pueden no depender de nuestros actos o de nuestras renuncias, y hoy siento un dolor espantoso en mis adentros. Sólo espero que a ti no te suceda lo mismo. A veces a escondidas escucho tu risa y quiero imaginar que vives feliz -eso me ayuda-. Pero no te preocupes por ello, no diré que he terminado por acostumbrarme, nunca se acostumbra uno a tanto dolor, pero sí he aprendido a sobrellevarlo, no sé hasta cuando, pues no cesa de crecer y crecer como un carcinoma del alma. ¿Sabes?, ahora deseo que todo esto que cuentas y no alcanzo a recordar hubiese sucedido, para no llevar ya para siempre en la memoria lo que nunca pasó y acabas de revelarme. Mi magia se ha consumido, ya no existe, pero te sigo echando de menos. Te quiero, te quiero mucho, pero te lo ruego de nuevo, no me vuelvas a decir que me añoras, ni vuelvas a anunciar que vuelves, sabes que después no puedes derribar los muros que alzamos aquella noche de diciembre, eso sí lo recuerdo, el justo momento en que comenzamos a cimentar las mazmorras heladas de aquel invierno que ha terminado por perpetuarse entre nosotros. Si algún día logras escapar de sus garras, ven sin más, ya sabes donde no estoy y que podría regresar de tu mano. Sólo tienes que darte la vuelta para dejar de estar espalda contra espalda, yo ya no puedo, ya sabes, el barro en los zapatos y mis pies de cieno.
Un beso.
La ran…
Ps. Si puedes, no fumes, el humo del tabaco nunca podrá llenar el vacío del alma, lo sé por experiencia. Voy a abrir mi tercera cajetilla de hoy.
26 de octubre de 2007