Se hace la noche sobre la ciudad;
Sobre ti ya hace mucho que persiste
Igual que una condena a muerte
Que no acaba de ser ejecutada.
Rodeado de los tuyos,
Intentas ocultar la soledad
Que te abarrota el alma
Y, con una sonrisa fingida entre los labios,
Devoras otra vez tu última cena.
Sin sentirte saciado de tu hambre,
Te niegas a los postres.
Piensas en ella y sientes la cabeza
A punto de estallarte.
------------------------------- Te disculpas
-“
no me ha sentado nada bien la carne”-y, con el gesto serio te marchas a la cama.
La luz anaranjada y mortecina
De una farola impertinente
Entra por la ventana con encono
Para impedirte el sueño.
En el fondo le estás agradecido;
Ya sabes del dolor de despertar
Sin que ella esté a tu lado,
Y prefieres, por tanto, el agrio insomnio
A un nuevo amanecer de desencanto.
Tu dolor de cabeza se acentúa
A la par de una angustia espesa y grave
Que hace que estimes que peligra tu cordura.
“
Ya –piensas-
sólo puede calmarme la poesía”.
Tomas con ansias en tus manos
Un libro de Alejandra Pizarnik
Y, acongojado, lo abres al azar...
-- “no me entregues,
----------------tristísima medianoche,
-- al impuro mediodía blanco”
Las lágrimas entonces empapan tu almohada
Al tiempo que te va venciendo el sueño.
No se oye en tu ciudad cantar al gallo
Apagando esa luz anaranjada
Que, ácida, lame tus aciagas noches,
Mas no son necesarios augurios que lo anuncien:
Muy pronto el alba golpeará de nuevo.
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