No permitáis que nadie
os venga a confundir
a base de sinónimos
y otras milongas propias
del pensamiento único.
Construid vuestro criterio
propio y así, tal vez,
lleguéis a concluir
que la anarquía no es
ese diablo que os dicen;
que no es indisciplina,
desorden, guirigay
o un asunto de locos
violentos que pudiere,
de darse, derivar
en el Apocalipsis.
Que. por contra, es cadencia,
equilibrio, armonía,
freno —el único freno—
posible a la entropía,
paz, justicia, futuro.
Y puede que también
comprendáis que el poder,
los poderes bastardos
del Estado al servicio
del totalitarismo
global enmascarado
de democracia y eso
tan reaccionario y pútrido
a lo que dan por nombre
los fariseos progreso,
son el motor del caos
que está despedazando,
para vender a saldo
al más voraz postor,
este espléndido, próvido
y enfebrecido mundo.
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