Una melancolía creciente embarga a la abuela Aurelia al recordar cómo eran aquellos tiempos que precedían la explosión del azahar en los naranjos de la calle Alfarería, anunciando el inicio de la Semana Santa. Esos cuarenta días que discurrían entre el Miércoles de ceniza y el Domingo de Ramos eran un tiempo de reflexión y de espera, en que los muchachos se probaban sus túnicas de nazareno y sus trajes de chaqueta azul y pantalón gris para ir de capillitas. Ahora sus nietos adolescentes estrenan anchísimas camisetas y pantalones chinos de estilo globetrotter del Harlem, que los diseñadores de Nueva York han lanzado como triunfante moda juvenil mundial. Y los complementan unos peinados al cero con coletas recogidas en la cima de sus cabezas; pendientes brillantes insertos en sus orejas, varios piercings en la cara y todo el cuerpo tatuado de flores y animales fantásticos. Parecen cantantes de hip hop, jugadores de baloncesto o estrellas del mundo yanqui del espectáculo.
Estas nuevas modas están rompiendo el panorama visual del paisanaje de la calle Alfarería al que se habían acostumbrado los ojos de la abuela Aurelia en los últimos ochenta años. La visión de sus nietos con estas fachas le apuñala los ojos. Aunque estoicamente y resignadamente piensa que quizás algún día estas aguas revueltas retornen a su cauce. Las nuevas modas juveniles proclaman las ansias de libertad de los jóvenes como “grupo oprimido” por los adultos y mayores y los trabajos baratos y en precario del totalitarismo financiero, a la vez que su olvido de todo lo sagrado que estas fechas conmemoraban. No en vano, la mayoría no han hojeado en sus escuelas e institutos, ni siquiera por curiosidad, una Biblia o un Nuevo Testamento. Ser joven y católico les parece que se ha quedado obsoleto y antiguo. Y, además, sus nuevos Dioses se encuentran en INTERNET y se les muestran a cada momento en sus teléfonos inteligentes. Son seres tan humanos como ellos. Seres humanos que practican deportes, actúan en series televisivas de éxito, o cantan y bailan mientras reciben millones de visitas en you tube. Son jóvenes enriquecidos prematuramente gracias a su éxito en el mundo del espectáculo; ese paraíso terrenal que les reporta unas ganancias rápidas con las que comprarse potentes vehículos deportivos con los que viajar a todas partes y hacer lo que les de la gana. Y los trajes espectaculares de sus nietos no son más que un signo de su devoción a estos nuevos dioses.
(¢) Carlos Parejo Delgado.
1 comentario:
La venganza, Carlos, es que alguien dentro de treinta años escribirá con nostalgia o quizás sólo ridiculizando esa estética que ahora le duele a los ojos. Está condenada, como todo en esta puta vida, a quedarse muy, ppero que muy antigua.
Es cuestión de esperar nada más.
Como siempre, un brillante ejercicio de costumbrismo.
Agustín Casado
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