En España somos muy dados -y esto no es plural mayestático- a mezclar churras con merinas, a fijar la atención en el dedo en lugar de en la luna, y a confundir la luna aparentemente impoluta del espejo con el vampiro, dejando, necios incautos, desprotegida la yugular. Y aquí estamos, una vez más, comulgando con ruedas de molino. Porque, hoy, los voceros y mamporreros del sistema han venido a vendernos un presunto y muy calculado oportunismo con fines mercadotécnicos de Santiago Sierra al llevar a ARCO la que probablemente vaya a terminar siendo su obra más polémica. No entraré a valorar si, en mi siempre particular y falible opinión, están o no en lo cierto; el hecho es que muchos hemos terminado comprando ese discurso. Como no entraría ahora a valorar, si es que conociese su obra, si Sierra es más estafador que artista o viceversa. Porque ese, independientemente de que haya habido o no oportunismo en el asunto a colación, no es hoy el tema. Es la censura, mastuerzos.
La flor del tabaco
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*(Pues si mata… que mate)*
*A Manolo Rubiales –echando humo.*
*Ayer noche, al quedarme sin tabaco*
*–Estaban los estancos y colmados,*
*Los quioscos...
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